sábado, 19 de diciembre de 2009

Fonda Sala, la mejor becada

Fonda Sala
Plaça Major, 17
08516 Olost de Lluçanès
Tel. 34 93-888.01.06

La Fonda Sala era, hasta hace unos años, un restaurante relativamente poco conocido, aunque el boca oreja había conseguido que cada vez más gente acudiese a Olost, un pequeño municipio del Lluçanès, para degustar los exquisitos platos que cocinaba Toni Sala y servía su mujer Aurora. Hoy ambos continúan en su puesto, ahora ayudados por sus dos hijos (uno en la cocina y otro en las mesas) y ya son muchos los que recorren la carretera de curvas que lleva hasta allí, atraídos no sólo por la calidad de su comida sino también por la fama que genera haber recibido una estrella Michelin.

El local tiene una particularidad que comparte con algunos otros restaurantes de calidad como el Aligué de Manresa: posee un espacio para comensales de menú que pueden disfrutar de una comida casera tradicional de buena calidad y a muy buen precio, y, al mismo tiempo, dispone de un comedor de carta, en el que los platos son más sofisticados y elaborados y, por supuesto, mucho más caros. Ambos espacios están decorados de acuerdo con la diferencia que los caracteriza, pero los dos son igualmente acogedores. Y, en todo caso, se complementan, aunque, por supuesto, el tipo de clientela no es el mismo en uno que en otro.

La carta, basada en la cocina catalana, con un notable toque de autor, se renueva casi cada estación, aprovechando los productos de temporada. Y, si tengo que elegir una, me quedo con el otoño y el inicio del invierno. Por supuesto, si el clima lo permite las setas son entonces protagonistas, aunque si la temporada no es buena te puedes llevar un chasco y no encontrar casi ni una en la carta porque, y esto se agradece, no se dedican a traerlas de donde sea. No en vano el Lluçanès es una comarca de gran tradición boletaire, de modo que, si los proveedores habituales del restaurante no encuentran setas, en la Fonda Sala tampoco las habrá.

Pero no sólo las setas son el plato fuerte del otoño; también lo es la caza. Aquí es donde uno puede encontrar platos realmente destacables, como la liebre y el corzo, e incluso el civet de jabalí, aunque en alguna ocasión que lo comí estaba un poco seco. Pero por encima de todo está la becada. De temporada cortísima, a veces es una lotería encontrarla en la carta, pero vale la pena, aunque sea llamando antes para preguntar si tienen. Si la becada del Can Fabes de Sant Celoni es excelente, y la del Motel de Figueres resulta extraordinaria, la de la Fonda Sala es insuperable. Esa es mi opinión, discutible como todas, pero es lo que pienso.

Hay un montón de platos más que valen el viaje a Olost, en cualquier época del año, y los postres también son muy apetitosos. Y no hay que olvidar la carta de vinos, muy completa, conservada en una bodega en muy buenas condiciones y seleccionada con mucho gusto.

Bueno, ya sé que todo esto parece la monda. Pero tiene una pega. A lo largo de los años, la calidad de la comida de la Fonda Sala no ha cambiado. Siempre ha sido excelente, los platos se notan cocinados con mucha dedicación y se degustan con gran placer, y, si han evolucionado, ha sido para mejor. La atención de Aurora no tiene rival y Toni Sala es un tipo muy normal, nada engreído, a diferencia de otros grandes cocineros. Pero algo ha cambiado desde hace relativamente poco: los precios. En un par de años, el precio que se paga por comensal se ha disparado de forma notable. Y no hablo ya del menú de degustación que, en temporada, la Fonda Sala dedica a la trufa, que es prohibitivo. Una comida normal, sin platos especialmente costosos (dejando a parte la becada, que sí lo es), incluidos un vino de calidad media y postres, pero no copas, se dispara fácilmente hasta los 80 euros por persona, cosa que hasta hace poco era impensable. Quizá se trate de aprovechar el tirón de la estrella Michelin o la fama que el restaurante ha ido adquiriendo con el tiempo, pero el caso es que, ahora mismo, hay que disponer de un presupuesto bastante holgado para comer en Olost. Una lástima, porque eso, al menos a mí, me obliga a espaciar las visitas a uno de los mejores restaurantes en los que he comido.

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