Indochine Ly Leap
c/ Muntaner, 82
08011 Barcelona
Tel. 34 93-451.17.96
Indochine
c/ Aribau, 247
08021 Barcelona
Tel. 34 93-201.99.84
(Nota: éste va a ser un post algo largo. Me apetece explicar cosas sobre estos dos restaurantes y salirme un poco de la pura descripción del local o de la valoración de comida. Afortunadamente, nada obliga a nadie a leerlo más allá de su paciencia.)
Hay dos restaurantes que se llaman Indochine en Barcelona, ambos del mismo propietario, Ly Leap, que firma sólo en el nombre del de Muntaner, abierto hace poco más de un año.
El otro Indochine, el que está en la calle Aribau esquina con Madrazo, es más antiguo, aunque no mucho. Puede que tenga siete u ocho años, no lo sé exactamente. Hace más o menos ese tiempo yo pasaba cada día por delante del local en el que lo estaban instalando, de camino hacia mi trabajo, de modo que cada mañana observaba con curiosidad cómo el espacio diáfano que se podía ver a través de las grandes cristaleras que daban a la calle se iba llenando de troncos de bambú, enormes macetas con plantas tropicales, pequeñas esculturas budistas de tipo camboyano o tailandés y todo lo necesario para convertir aquello en un pedacito del sudeste asiático. Algunos días, veía llegar un elegante y caro BMW, que aparcaba justo delante de la puerta del local y del que descendía un hombre de aspecto indio o paquistaní que parecía ser el que controlaba las obras. Yo, entonces, no tenía ni idea de qué tipo de negocio se estaba instalando allí (en medio de aquella especie de jungla tropical no se distinguían ni mesas ni sillas) y para mí era toda una diversión intentar adivinarlo. Cuando por fin estuvo listo, pusieron el nombre en la puerta, Indochine, y tuve claro que se trataba de un restaurante, me propuse visitarlo lo antes posible.
Fuimos en varias ocasiones. La comida estaba bien, aunque mi mirada de occidental que no ha visitado los países de referencia de la cocina del Indochine no sirve como garantía de que ésta mantenga cierta pureza respecto a los platos originarios de allí. El local, desde luego, es atractivo, con tantas plantas y flores, pero resultaba un poco estresante comer en aquel restaurante ya que el servicio iba tan rápido que te retiraban el plato casi sin esperar a que acabases de masticar el último bocado de lo que te habían traído. No eran comidas tranquilas, así que dejamos de ir. Por eso no recuerdo cuánto costaba ni sé lo que cuesta ahora.
A principios de 2009 leí que se inauguraba en Barcelona otro restaurante llamado Indochine, del mismo propietario que el anterior, y que era muy original por su decoración, espectacular según decían. De modo que decidimos probarlo.
Es espectacular, sí. Muy espectacular. La entrada, que no deja adivinar nada de lo que vas a encontrar en el interior, da a un largo pasillo con una barra de bar formada por un enorme tronco de árbol tropical. El pasillo desemboca en un gran espacio diáfano en el que primero encuentras unas mesas de estilo occidental para pasar, de inmediato, a una especie jardín tropical. En el centro se alza una especie de glorieta, con varias mesas en su interior, que reproduce la arquitectura de una sencilla casa tailandesa o camboyana o vietnamita abierta a los cuatro vientos (es un decir). Un poco más allá, en un gran cubo de cristal, se encuentra la cocina, toda en acero, limpia y atrayente, a la vista de todos. Y alrededor de estos elementos está el auténtico restaurante: las mesas bajas, rodeadas de pequeños estanques conectados entre sí, llenos de agua, flores de loto y peces de colores. Varios pasillos flanquean las mesas, y los comensales se sientan en el suelo de madera, pero las mesas están instaladas en unos cubículos a un nivel inferior, de modo que la piernas cuelgan como en una silla de altura normal. No es incómodo; sólo debe de serlo para los camareros, que tienen que agacharse para dejar y retirar los platos. Y, a todo esto, hay que sumar grandes plantas tropicales por todos lados, pequeñas macetas con las inevitables orquídeas, velas, cascadas de agua, y relieves orientales con dioses acostados y otros elementos típicos del sudeste asiático.
En cuanto a la comida, como era de esperar, pueden encontrarse platos de toda la zona de la antigua Indochina, muchos de ellos con el coco como materia prima protagonista o aderezo. Se come bien y la sensación que da es que los productos son frescos y de calidad. Pero, a diferencia de los muchos restaurantes orientales que hay en Barcelona, en especial los chinos y los chino/japoneses, el Indochine no es barato. Comer a la carta puede salir entre 50 y 60 euros por persona. Además, existen también varios menús, como uno largo, de unos 75 euros por persona si no recuerdo mal, y uno corto, de 45 euros.
El servicio es amable y el propietario, Ly Leap, suele pasar por la mesas para preguntar si te ha gustado la comida o para aconsejar lo que pedir.
De todos modos, y a pesar de la fascinación que me produce el local, no puedo dejar de incluir aquí la opinión de mi acompañante, con quien siempre coincido en la valoración de los restaurantes excepto en este caso. Desde su punto de vista, la estética del restaurante resulta artificialmente exótica y tiene un mantenimiento algo deficiente. Y quizá lo más importante: la comida, aun siendo buena, no compensa el precio que se paga por ella. Yo no puedo rebatir su percepción porque creo que, en parte, tiene razón. Pero, a pesar de todo, pienso que vale la pena ir al Indochine al menos una vez. Para mí es como trasladarse a Birmania, a Vietnam o a Tailandia, como comer en un restaurante caro de allí, donde nada es perfecto pero todo es atrayente. Puede que sea una horterada algo pija y snob, pero no puedo evitar sentir simpatía por el Indochine de Muntaner, aunque sólo sea por la locura que supone cumplir la fantasía de montar un restaurante como este.
jueves, 31 de diciembre de 2009
Indochine, un oriental sorprendente
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