L'Encís
c/ Provença, 379
08025 Barcelona
Tel. 34 93-457.68.74
L'Encís está muy cerca de la Sagrada Família de Barcelona pero, por suerte, parece inmune a las oleadas de turistas que recorren las calles colindantes en busca de algo que llevarse a la boca después de visitar la "mona de pascua" de Gaudí. Gracias a ello, es un restaurante tranquilo, en el que tanto la comida como la sobremesa (se puede fumar) pueden disfrutarse sin prisas y en un ambiente bastante relajado.
No hay que dejarse impresionar por la decoración
Quizá, lo más sorprendente para las personas que entran por primera vez en el local es su decoración. Las paredes pintadas con una especie de estucado veneciano de color azul celeste, los remates de madera en color crema, y un enorme espejo que evita la sensación de estrechez que podría provocar el reducido espacio que ocupa el restaurante pero que, al mismo tiempo, amplifica la estética kitsch que he descrito, pueden desanimar a cualquiera. No hay que dejarse impresionar. A los cinco minutos de estar sentado ya te has olvidado de lo que te rodea y tan sólo esperas a que te traigan alguno de los suculentos platos que ofrece la carta, mientras picas unas aceitunas. Y, al final, como se come tan bien, le acabas tomando cariño incluso a la decoración.
El local, como ya he dicho, es pequeño, pero está bien distribuido y no resulta nada agobiante. Además, el camarero, muy profesional, es un auténtico encanto, servicial, muy educado y atento.
Cocina catalana y de mercado
Así lo publicitan ellos. Y así es, en realidad. La carta tiene platos para todos los gustos. Es muy difícil no encontrar algo que te apetezca. Y, si no te lo dicen antes, conviene preguntar siempre si tienen algo fuera de carta, porque suelen ofrecer algunos platos de temporada realmente exquisitos.
Las raciones son generosas, de modo que es mejor no comer con los ojos (o los oídos). A mí me ha pasado alguna vez y da mucha rabia no poder llegar a los postres –tartas y pasteles caseros buenísimos– porque ya no puedes más.
Platos que recuerdo haber comido y disfrutado: chanquete con huevo frito, espalda de cordero al horno, atún o filete a la plancha –ya sé que es poco sofisticado, pero los hacen muy en su punto, cruditos–, rabo de buey guisado y relleno de escalivada... Por supuesto, en otoño tienen setas.
El precio de una comida para dos suele rondar los 100 euros.
Actualización a 25 de abril de 2010
Me han dicho que la carta de l'Encís ha cambiado bastante. Ha reducido precios y, claro está, oferta gastronómica. Además, ahora tiene un menú diario más económico (unos 18 euros). A pesar de todo, parece que se continúa comiendo bien y, por lo tanto, sigue siendo una buena opción. En cuanto lo pruebe, informo.
martes, 19 de mayo de 2009
jueves, 14 de mayo de 2009
Casa Uriarte, un clásico
Actualización a 27 de enero de 2012
Hace un par de semanas pasé por delante de este restaurante y lo encontré cerrado. Hacía tiempo que no íbamos y me sorprendió. Los ventanales y la puerta de cristal estaban tapados con papel de embalar, las placas con el horario y otras menciones que había en las jambas de la puerta habían desaparecido, y una mirada curiosa a través de un resquicio en una de las ventanas descubrió que el local estaba vacío y la cocina desmontada. No sé si han cerrado definitivamente o si sólo son obras de reforma. Sea como fuere, y por si se trata de la primera opción, mantengo igualmente mi comentario sobre el restaurante a modo de homenaje y recuerdo hacia una gente estupenda.
Casa Uriarte
Gran Via de les Corts Catalanes, 633
08010 Barcelona
Tel. 34 93-412.63.58
Este es uno de mis restaurantes favoritos. Un clásico de nuestras salidas de fin de semana. Comida vasco-navarra, dicen ellos. Pero también tiene algo de castellana y, de vez en cuando, se apuntan a productos típicos de las comidas catalanas, como las setas en otoño. En todo caso, siempre que vamos allí, sé que comeré bien.
El local está situado en los bajos de un precioso edificio modernista del Eixample barcelonés, sorprendentemente muy austero, en la esquina con el carrer Roger de Llúria. La decoración interior es moderna pero sin pretensiones, con mucha madera y bastante acogedora, sobre todo el piso superior (¡para fumadores!), en la zona en la que las mesas se adosan a una pared/botellero. Pero, ojo, no es nada rústico, sino funcional.
Los dueños son encantadores y el servicio es muy profesional.
La comida, claro, es lo mejor de todo. La carta tiene dos partes diferenciadas: las sugerencias –que creo que modifican periódicamente–, y la lista de entrantes, segundos y postres, que es fija. A menudo tienen algunos platos fuera de carta, productos muy de temporada como los pimientos de Gernika, por ejemplo, por lo que vale la pena preguntar por ellos.
Mientras esperas, te sirven un pincho de chistorra y un trozo de morcilla (de Burgos, claro). Y entre los primeros o entrantes destacan los pimientos de Piquillo asados al sarmiento y con vestresca de atún (insuperables), las pochas, los tomates con anchoas... Todo delicioso.
Para los segundos tienen buen pescado, aunque nosotros siempre nos decantamos por la carne, sobre todo la asada al horno de leña: cochinillo y cordero de Burgos, especialmente. Nada grasientos, en su punto, como en los mejores restaurantes del norte de Castilla. Y es que, además, cocinan buen material. También tienen buena ternera, filete, aunque ese, para nosotros, es plato de régimen, para cuando no estamos muy finos.
Mi debilidad son los postres. Bueno, un postre: la leche frita. Para mí, la mejor de Barcelona. Con canela o flambeada con chinchón. Además, la famosísima Pastisseria Escribà confecciona –creo que siempre, aunque mi experiencia es más bien de fin de semana–, un pastel hecho especialmente para ellos.
No solemos beber vino, por lo menos yo, sino cerveza. Y una comida completa para dos suele estar entre los 100 y los 140 euros.
Lo dicho, un clásico sin pretensiones en el que da gusto comer.
Hace un par de semanas pasé por delante de este restaurante y lo encontré cerrado. Hacía tiempo que no íbamos y me sorprendió. Los ventanales y la puerta de cristal estaban tapados con papel de embalar, las placas con el horario y otras menciones que había en las jambas de la puerta habían desaparecido, y una mirada curiosa a través de un resquicio en una de las ventanas descubrió que el local estaba vacío y la cocina desmontada. No sé si han cerrado definitivamente o si sólo son obras de reforma. Sea como fuere, y por si se trata de la primera opción, mantengo igualmente mi comentario sobre el restaurante a modo de homenaje y recuerdo hacia una gente estupenda.
Casa Uriarte
Gran Via de les Corts Catalanes, 633
08010 Barcelona
Tel. 34 93-412.63.58
Este es uno de mis restaurantes favoritos. Un clásico de nuestras salidas de fin de semana. Comida vasco-navarra, dicen ellos. Pero también tiene algo de castellana y, de vez en cuando, se apuntan a productos típicos de las comidas catalanas, como las setas en otoño. En todo caso, siempre que vamos allí, sé que comeré bien.
El local está situado en los bajos de un precioso edificio modernista del Eixample barcelonés, sorprendentemente muy austero, en la esquina con el carrer Roger de Llúria. La decoración interior es moderna pero sin pretensiones, con mucha madera y bastante acogedora, sobre todo el piso superior (¡para fumadores!), en la zona en la que las mesas se adosan a una pared/botellero. Pero, ojo, no es nada rústico, sino funcional.
Los dueños son encantadores y el servicio es muy profesional.
La comida, claro, es lo mejor de todo. La carta tiene dos partes diferenciadas: las sugerencias –que creo que modifican periódicamente–, y la lista de entrantes, segundos y postres, que es fija. A menudo tienen algunos platos fuera de carta, productos muy de temporada como los pimientos de Gernika, por ejemplo, por lo que vale la pena preguntar por ellos.
Mientras esperas, te sirven un pincho de chistorra y un trozo de morcilla (de Burgos, claro). Y entre los primeros o entrantes destacan los pimientos de Piquillo asados al sarmiento y con vestresca de atún (insuperables), las pochas, los tomates con anchoas... Todo delicioso.
Para los segundos tienen buen pescado, aunque nosotros siempre nos decantamos por la carne, sobre todo la asada al horno de leña: cochinillo y cordero de Burgos, especialmente. Nada grasientos, en su punto, como en los mejores restaurantes del norte de Castilla. Y es que, además, cocinan buen material. También tienen buena ternera, filete, aunque ese, para nosotros, es plato de régimen, para cuando no estamos muy finos.
Mi debilidad son los postres. Bueno, un postre: la leche frita. Para mí, la mejor de Barcelona. Con canela o flambeada con chinchón. Además, la famosísima Pastisseria Escribà confecciona –creo que siempre, aunque mi experiencia es más bien de fin de semana–, un pastel hecho especialmente para ellos.
No solemos beber vino, por lo menos yo, sino cerveza. Y una comida completa para dos suele estar entre los 100 y los 140 euros.
Lo dicho, un clásico sin pretensiones en el que da gusto comer.
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restaurante
lunes, 11 de mayo de 2009
Big Fish, un moderno del Born
Big Fish
c/ Comercial, 9
08003 Barcelona
Tel. 34 93-268.17.28
Situado en uno de los laterales del Mercat del Born, en una de las callecitas que hay entre el carrer Comerç y el passeig Picasso, este es un típico local del barrio barcelonés del Born, y no digo "típico" en el sentido de "tradicional", si no más bien todo lo contrario. Se trata de un restaurante que sigue a la perfección la tendencia progre-pija-moderna que hace años se ha instalado en uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Bueno, esto no tiene porquè ser ni bueno ni malo, siempre que no tengas aversión a ese estilo de vida y de estética.
El local
Lo primero que llama la atención es el logo del restaurante. Una preciosidad. En el exterior, está colocado en una especie de antigua placa portacarteles de un banco, partida por la mitad. Eso fue, precisamente, lo que me llamó la atención mientras paseábamos por la zona buscando un restaurante en el que comer. Un buen reclamo, al menos para mí.
Una vez dentro, la decoración hace honor al logo. Las paredes blancas contrastan con el suelo negro, pero, a pesar de lo que podría parecer, no resulta nada frío. Supongo que el local debió de haber sido una antigua tienda o almacén, y gran parte de la estructura se ha conservado,, jugando on los espacios para crear un ambiente muy moderno pero también muy acogedor.
Es pequeño, eso es verdad. Pero está bien aprovechado y las mesas, pocas, no están demasiado juntas; aunque algunas se encuentran frente a dos sofás que no sé si son muy cómodos para comer, puesto que no me senté en ellos.
Presidiendo la parte central del techo, cuelga una gran lámpara blanca, muy retro y algo kitsch, que no desentona en absoluto con el resto y, en cambio, le da un toque bastante divertido.
El baño (el primero, al menos) es muy agradable y está muy bien decorado.
El servicio
Nada que decir en contra. Son amables y bastante rápidos.
Y, por fin, la comida
El restaurante, como se puede suponer por su nombre, sirve platos cuya base principal es el pescado. La carta es algo corta, aunque si te gusta el pescado, es fácil encontrar algo que te guste. Una parte entera de la misma está dedicada a sushis y sus variantes (makis y similares), pero también tienen platos más "occidentales", que fueron los que probamos nosotros. La verdad es que nos gustó mucho. Parece que cuidan los ingredientes, y la preparación, además de la presentación, está muy conseguida.
¿Qué comimos nosotros?
De primero pedimos tres entrantes: una ensalada ibicenca (tomate, queso y cebolla), que estaba muy bien aliñada; unas vieiras a la plancha, cruditas, como a mí me gustan; y un tartar de atún con aguacate, quizá con demasiado aguacate, pero muy correcto.
Después, los dos tomamos lo mismo: rape a la plancha. Buenísimo. Muy en su punto, con salsa romesco y de berenjena.
¿Postres? No pedimos. Aquí la carta sí que es demasiado corta y poco variada. Dejando a un lado la tabla de quesos, de los creo que 5 platos que quedaban, tres tenían como base el chocolate (a mí no me gusta nada), y dos, el arroz. Lástima, aunque tampoco los echamos de menos porque ya habíamos comido bastante.
Todo esto, más tres cervezas, nos costó algo menos de 100 euros.
En resumen, una buena elección.
c/ Comercial, 9
08003 Barcelona
Tel. 34 93-268.17.28
Situado en uno de los laterales del Mercat del Born, en una de las callecitas que hay entre el carrer Comerç y el passeig Picasso, este es un típico local del barrio barcelonés del Born, y no digo "típico" en el sentido de "tradicional", si no más bien todo lo contrario. Se trata de un restaurante que sigue a la perfección la tendencia progre-pija-moderna que hace años se ha instalado en uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Bueno, esto no tiene porquè ser ni bueno ni malo, siempre que no tengas aversión a ese estilo de vida y de estética.
El local
Lo primero que llama la atención es el logo del restaurante. Una preciosidad. En el exterior, está colocado en una especie de antigua placa portacarteles de un banco, partida por la mitad. Eso fue, precisamente, lo que me llamó la atención mientras paseábamos por la zona buscando un restaurante en el que comer. Un buen reclamo, al menos para mí.
Una vez dentro, la decoración hace honor al logo. Las paredes blancas contrastan con el suelo negro, pero, a pesar de lo que podría parecer, no resulta nada frío. Supongo que el local debió de haber sido una antigua tienda o almacén, y gran parte de la estructura se ha conservado,, jugando on los espacios para crear un ambiente muy moderno pero también muy acogedor.
Es pequeño, eso es verdad. Pero está bien aprovechado y las mesas, pocas, no están demasiado juntas; aunque algunas se encuentran frente a dos sofás que no sé si son muy cómodos para comer, puesto que no me senté en ellos.
Presidiendo la parte central del techo, cuelga una gran lámpara blanca, muy retro y algo kitsch, que no desentona en absoluto con el resto y, en cambio, le da un toque bastante divertido.
El baño (el primero, al menos) es muy agradable y está muy bien decorado.
El servicio
Nada que decir en contra. Son amables y bastante rápidos.
Y, por fin, la comida
El restaurante, como se puede suponer por su nombre, sirve platos cuya base principal es el pescado. La carta es algo corta, aunque si te gusta el pescado, es fácil encontrar algo que te guste. Una parte entera de la misma está dedicada a sushis y sus variantes (makis y similares), pero también tienen platos más "occidentales", que fueron los que probamos nosotros. La verdad es que nos gustó mucho. Parece que cuidan los ingredientes, y la preparación, además de la presentación, está muy conseguida.
¿Qué comimos nosotros?
De primero pedimos tres entrantes: una ensalada ibicenca (tomate, queso y cebolla), que estaba muy bien aliñada; unas vieiras a la plancha, cruditas, como a mí me gustan; y un tartar de atún con aguacate, quizá con demasiado aguacate, pero muy correcto.
Después, los dos tomamos lo mismo: rape a la plancha. Buenísimo. Muy en su punto, con salsa romesco y de berenjena.
¿Postres? No pedimos. Aquí la carta sí que es demasiado corta y poco variada. Dejando a un lado la tabla de quesos, de los creo que 5 platos que quedaban, tres tenían como base el chocolate (a mí no me gusta nada), y dos, el arroz. Lástima, aunque tampoco los echamos de menos porque ya habíamos comido bastante.
Todo esto, más tres cervezas, nos costó algo menos de 100 euros.
En resumen, una buena elección.
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