Indochine Ly Leap
c/ Muntaner, 82
08011 Barcelona
Tel. 34 93-451.17.96
Indochine
c/ Aribau, 247
08021 Barcelona
Tel. 34 93-201.99.84
(Nota: éste va a ser un post algo largo. Me apetece explicar cosas sobre estos dos restaurantes y salirme un poco de la pura descripción del local o de la valoración de comida. Afortunadamente, nada obliga a nadie a leerlo más allá de su paciencia.)
Hay dos restaurantes que se llaman Indochine en Barcelona, ambos del mismo propietario, Ly Leap, que firma sólo en el nombre del de Muntaner, abierto hace poco más de un año.
El otro Indochine, el que está en la calle Aribau esquina con Madrazo, es más antiguo, aunque no mucho. Puede que tenga siete u ocho años, no lo sé exactamente. Hace más o menos ese tiempo yo pasaba cada día por delante del local en el que lo estaban instalando, de camino hacia mi trabajo, de modo que cada mañana observaba con curiosidad cómo el espacio diáfano que se podía ver a través de las grandes cristaleras que daban a la calle se iba llenando de troncos de bambú, enormes macetas con plantas tropicales, pequeñas esculturas budistas de tipo camboyano o tailandés y todo lo necesario para convertir aquello en un pedacito del sudeste asiático. Algunos días, veía llegar un elegante y caro BMW, que aparcaba justo delante de la puerta del local y del que descendía un hombre de aspecto indio o paquistaní que parecía ser el que controlaba las obras. Yo, entonces, no tenía ni idea de qué tipo de negocio se estaba instalando allí (en medio de aquella especie de jungla tropical no se distinguían ni mesas ni sillas) y para mí era toda una diversión intentar adivinarlo. Cuando por fin estuvo listo, pusieron el nombre en la puerta, Indochine, y tuve claro que se trataba de un restaurante, me propuse visitarlo lo antes posible.
Fuimos en varias ocasiones. La comida estaba bien, aunque mi mirada de occidental que no ha visitado los países de referencia de la cocina del Indochine no sirve como garantía de que ésta mantenga cierta pureza respecto a los platos originarios de allí. El local, desde luego, es atractivo, con tantas plantas y flores, pero resultaba un poco estresante comer en aquel restaurante ya que el servicio iba tan rápido que te retiraban el plato casi sin esperar a que acabases de masticar el último bocado de lo que te habían traído. No eran comidas tranquilas, así que dejamos de ir. Por eso no recuerdo cuánto costaba ni sé lo que cuesta ahora.
A principios de 2009 leí que se inauguraba en Barcelona otro restaurante llamado Indochine, del mismo propietario que el anterior, y que era muy original por su decoración, espectacular según decían. De modo que decidimos probarlo.
Es espectacular, sí. Muy espectacular. La entrada, que no deja adivinar nada de lo que vas a encontrar en el interior, da a un largo pasillo con una barra de bar formada por un enorme tronco de árbol tropical. El pasillo desemboca en un gran espacio diáfano en el que primero encuentras unas mesas de estilo occidental para pasar, de inmediato, a una especie jardín tropical. En el centro se alza una especie de glorieta, con varias mesas en su interior, que reproduce la arquitectura de una sencilla casa tailandesa o camboyana o vietnamita abierta a los cuatro vientos (es un decir). Un poco más allá, en un gran cubo de cristal, se encuentra la cocina, toda en acero, limpia y atrayente, a la vista de todos. Y alrededor de estos elementos está el auténtico restaurante: las mesas bajas, rodeadas de pequeños estanques conectados entre sí, llenos de agua, flores de loto y peces de colores. Varios pasillos flanquean las mesas, y los comensales se sientan en el suelo de madera, pero las mesas están instaladas en unos cubículos a un nivel inferior, de modo que la piernas cuelgan como en una silla de altura normal. No es incómodo; sólo debe de serlo para los camareros, que tienen que agacharse para dejar y retirar los platos. Y, a todo esto, hay que sumar grandes plantas tropicales por todos lados, pequeñas macetas con las inevitables orquídeas, velas, cascadas de agua, y relieves orientales con dioses acostados y otros elementos típicos del sudeste asiático.
En cuanto a la comida, como era de esperar, pueden encontrarse platos de toda la zona de la antigua Indochina, muchos de ellos con el coco como materia prima protagonista o aderezo. Se come bien y la sensación que da es que los productos son frescos y de calidad. Pero, a diferencia de los muchos restaurantes orientales que hay en Barcelona, en especial los chinos y los chino/japoneses, el Indochine no es barato. Comer a la carta puede salir entre 50 y 60 euros por persona. Además, existen también varios menús, como uno largo, de unos 75 euros por persona si no recuerdo mal, y uno corto, de 45 euros.
El servicio es amable y el propietario, Ly Leap, suele pasar por la mesas para preguntar si te ha gustado la comida o para aconsejar lo que pedir.
De todos modos, y a pesar de la fascinación que me produce el local, no puedo dejar de incluir aquí la opinión de mi acompañante, con quien siempre coincido en la valoración de los restaurantes excepto en este caso. Desde su punto de vista, la estética del restaurante resulta artificialmente exótica y tiene un mantenimiento algo deficiente. Y quizá lo más importante: la comida, aun siendo buena, no compensa el precio que se paga por ella. Yo no puedo rebatir su percepción porque creo que, en parte, tiene razón. Pero, a pesar de todo, pienso que vale la pena ir al Indochine al menos una vez. Para mí es como trasladarse a Birmania, a Vietnam o a Tailandia, como comer en un restaurante caro de allí, donde nada es perfecto pero todo es atrayente. Puede que sea una horterada algo pija y snob, pero no puedo evitar sentir simpatía por el Indochine de Muntaner, aunque sólo sea por la locura que supone cumplir la fantasía de montar un restaurante como este.
jueves, 31 de diciembre de 2009
sábado, 19 de diciembre de 2009
Fonda Sala, la mejor becada
Fonda Sala
Plaça Major, 17
08516 Olost de Lluçanès
Tel. 34 93-888.01.06
La Fonda Sala era, hasta hace unos años, un restaurante relativamente poco conocido, aunque el boca oreja había conseguido que cada vez más gente acudiese a Olost, un pequeño municipio del Lluçanès, para degustar los exquisitos platos que cocinaba Toni Sala y servía su mujer Aurora. Hoy ambos continúan en su puesto, ahora ayudados por sus dos hijos (uno en la cocina y otro en las mesas) y ya son muchos los que recorren la carretera de curvas que lleva hasta allí, atraídos no sólo por la calidad de su comida sino también por la fama que genera haber recibido una estrella Michelin.
El local tiene una particularidad que comparte con algunos otros restaurantes de calidad como el Aligué de Manresa: posee un espacio para comensales de menú que pueden disfrutar de una comida casera tradicional de buena calidad y a muy buen precio, y, al mismo tiempo, dispone de un comedor de carta, en el que los platos son más sofisticados y elaborados y, por supuesto, mucho más caros. Ambos espacios están decorados de acuerdo con la diferencia que los caracteriza, pero los dos son igualmente acogedores. Y, en todo caso, se complementan, aunque, por supuesto, el tipo de clientela no es el mismo en uno que en otro.
La carta, basada en la cocina catalana, con un notable toque de autor, se renueva casi cada estación, aprovechando los productos de temporada. Y, si tengo que elegir una, me quedo con el otoño y el inicio del invierno. Por supuesto, si el clima lo permite las setas son entonces protagonistas, aunque si la temporada no es buena te puedes llevar un chasco y no encontrar casi ni una en la carta porque, y esto se agradece, no se dedican a traerlas de donde sea. No en vano el Lluçanès es una comarca de gran tradición boletaire, de modo que, si los proveedores habituales del restaurante no encuentran setas, en la Fonda Sala tampoco las habrá.
Pero no sólo las setas son el plato fuerte del otoño; también lo es la caza. Aquí es donde uno puede encontrar platos realmente destacables, como la liebre y el corzo, e incluso el civet de jabalí, aunque en alguna ocasión que lo comí estaba un poco seco. Pero por encima de todo está la becada. De temporada cortísima, a veces es una lotería encontrarla en la carta, pero vale la pena, aunque sea llamando antes para preguntar si tienen. Si la becada del Can Fabes de Sant Celoni es excelente, y la del Motel de Figueres resulta extraordinaria, la de la Fonda Sala es insuperable. Esa es mi opinión, discutible como todas, pero es lo que pienso.
Hay un montón de platos más que valen el viaje a Olost, en cualquier época del año, y los postres también son muy apetitosos. Y no hay que olvidar la carta de vinos, muy completa, conservada en una bodega en muy buenas condiciones y seleccionada con mucho gusto.
Bueno, ya sé que todo esto parece la monda. Pero tiene una pega. A lo largo de los años, la calidad de la comida de la Fonda Sala no ha cambiado. Siempre ha sido excelente, los platos se notan cocinados con mucha dedicación y se degustan con gran placer, y, si han evolucionado, ha sido para mejor. La atención de Aurora no tiene rival y Toni Sala es un tipo muy normal, nada engreído, a diferencia de otros grandes cocineros. Pero algo ha cambiado desde hace relativamente poco: los precios. En un par de años, el precio que se paga por comensal se ha disparado de forma notable. Y no hablo ya del menú de degustación que, en temporada, la Fonda Sala dedica a la trufa, que es prohibitivo. Una comida normal, sin platos especialmente costosos (dejando a parte la becada, que sí lo es), incluidos un vino de calidad media y postres, pero no copas, se dispara fácilmente hasta los 80 euros por persona, cosa que hasta hace poco era impensable. Quizá se trate de aprovechar el tirón de la estrella Michelin o la fama que el restaurante ha ido adquiriendo con el tiempo, pero el caso es que, ahora mismo, hay que disponer de un presupuesto bastante holgado para comer en Olost. Una lástima, porque eso, al menos a mí, me obliga a espaciar las visitas a uno de los mejores restaurantes en los que he comido.
Plaça Major, 17
08516 Olost de Lluçanès
Tel. 34 93-888.01.06
La Fonda Sala era, hasta hace unos años, un restaurante relativamente poco conocido, aunque el boca oreja había conseguido que cada vez más gente acudiese a Olost, un pequeño municipio del Lluçanès, para degustar los exquisitos platos que cocinaba Toni Sala y servía su mujer Aurora. Hoy ambos continúan en su puesto, ahora ayudados por sus dos hijos (uno en la cocina y otro en las mesas) y ya son muchos los que recorren la carretera de curvas que lleva hasta allí, atraídos no sólo por la calidad de su comida sino también por la fama que genera haber recibido una estrella Michelin.
El local tiene una particularidad que comparte con algunos otros restaurantes de calidad como el Aligué de Manresa: posee un espacio para comensales de menú que pueden disfrutar de una comida casera tradicional de buena calidad y a muy buen precio, y, al mismo tiempo, dispone de un comedor de carta, en el que los platos son más sofisticados y elaborados y, por supuesto, mucho más caros. Ambos espacios están decorados de acuerdo con la diferencia que los caracteriza, pero los dos son igualmente acogedores. Y, en todo caso, se complementan, aunque, por supuesto, el tipo de clientela no es el mismo en uno que en otro.
La carta, basada en la cocina catalana, con un notable toque de autor, se renueva casi cada estación, aprovechando los productos de temporada. Y, si tengo que elegir una, me quedo con el otoño y el inicio del invierno. Por supuesto, si el clima lo permite las setas son entonces protagonistas, aunque si la temporada no es buena te puedes llevar un chasco y no encontrar casi ni una en la carta porque, y esto se agradece, no se dedican a traerlas de donde sea. No en vano el Lluçanès es una comarca de gran tradición boletaire, de modo que, si los proveedores habituales del restaurante no encuentran setas, en la Fonda Sala tampoco las habrá.
Pero no sólo las setas son el plato fuerte del otoño; también lo es la caza. Aquí es donde uno puede encontrar platos realmente destacables, como la liebre y el corzo, e incluso el civet de jabalí, aunque en alguna ocasión que lo comí estaba un poco seco. Pero por encima de todo está la becada. De temporada cortísima, a veces es una lotería encontrarla en la carta, pero vale la pena, aunque sea llamando antes para preguntar si tienen. Si la becada del Can Fabes de Sant Celoni es excelente, y la del Motel de Figueres resulta extraordinaria, la de la Fonda Sala es insuperable. Esa es mi opinión, discutible como todas, pero es lo que pienso.
Hay un montón de platos más que valen el viaje a Olost, en cualquier época del año, y los postres también son muy apetitosos. Y no hay que olvidar la carta de vinos, muy completa, conservada en una bodega en muy buenas condiciones y seleccionada con mucho gusto.
Bueno, ya sé que todo esto parece la monda. Pero tiene una pega. A lo largo de los años, la calidad de la comida de la Fonda Sala no ha cambiado. Siempre ha sido excelente, los platos se notan cocinados con mucha dedicación y se degustan con gran placer, y, si han evolucionado, ha sido para mejor. La atención de Aurora no tiene rival y Toni Sala es un tipo muy normal, nada engreído, a diferencia de otros grandes cocineros. Pero algo ha cambiado desde hace relativamente poco: los precios. En un par de años, el precio que se paga por comensal se ha disparado de forma notable. Y no hablo ya del menú de degustación que, en temporada, la Fonda Sala dedica a la trufa, que es prohibitivo. Una comida normal, sin platos especialmente costosos (dejando a parte la becada, que sí lo es), incluidos un vino de calidad media y postres, pero no copas, se dispara fácilmente hasta los 80 euros por persona, cosa que hasta hace poco era impensable. Quizá se trate de aprovechar el tirón de la estrella Michelin o la fama que el restaurante ha ido adquiriendo con el tiempo, pero el caso es que, ahora mismo, hay que disponer de un presupuesto bastante holgado para comer en Olost. Una lástima, porque eso, al menos a mí, me obliga a espaciar las visitas a uno de los mejores restaurantes en los que he comido.
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lunes, 23 de noviembre de 2009
Tornassol, cenas tranquilas en Gràcia
Tornassol
c/ Torrent de les flors, 53
08024 Barcelona
Tel. 34 93-213.10.18
A diferencia de la mayoría de los restaurantes de los que hablo aquí, a los que suelo ir a comer los fines de semana, el Tornassol es un local del barrio de Gràcia al que sólo he ido a cenar. Mis impresiones son, pues, de tipo nocturno. El recuerdo es diferente, y uno no suele buscar lo mismo en una cena que en una comida.
El Tornassol ocupa el espacio de una antigua bodega, y algo de ella ha conservado: columnas, techos altos y espacios amplios. Tiene dos comedores, uno al fondo, para no fumadores y donde a menudo se ofrecen actuaciones de música en directo; y otro al inicio, junto a una barra de bar, con permiso para fumar y, desde luego, más silencioso. Es fácil imaginar qué espacio prefiero, pero no se trata sólo del tabaco. El espacio para fumadores es tranquilo, ideal para una cena lenta y conversada. Además, el local acompaña a la confidencia, con sus paredes oscuras y su ambiente acogedor.
Hace un par de años no era un restaurante barato (tampoco de los más caros), pero supongo que los tiempos de crisis han hecho mella en la clientela, y el Tornassol ha intentado adaptarse a ellos bajando precios y simplificando algo los platos. Sin embargo, esto no significa que se coma peor. Aunque más sencilla, su carta, que nunca ha sido muy larga pero sí suficiente, continúa ofreciendo buenos productos, cocinados con esmero, y mantiene una calidad que destaca entre la mayoría de restaurantes de la zona. Las croquetas, el sashimi de atún, el tempura de verduras... son algunos de los platos que recuerdo con gusto, aunque hay más, desde luego, capaces de completar una buena cena.
Con un precio entre los 25 y los 35 euros por persona (el vino influye, claro), el Tornassol es una buena opción para cenar con algunos amigos o en pareja, sobre todo si se quiere disfrutar de una velada tranquila y sin sobresaltos gastronómicos. Y eso es más de lo que se puede decir de muchos otros restaurantes del barrio.
c/ Torrent de les flors, 53
08024 Barcelona
Tel. 34 93-213.10.18
A diferencia de la mayoría de los restaurantes de los que hablo aquí, a los que suelo ir a comer los fines de semana, el Tornassol es un local del barrio de Gràcia al que sólo he ido a cenar. Mis impresiones son, pues, de tipo nocturno. El recuerdo es diferente, y uno no suele buscar lo mismo en una cena que en una comida.
El Tornassol ocupa el espacio de una antigua bodega, y algo de ella ha conservado: columnas, techos altos y espacios amplios. Tiene dos comedores, uno al fondo, para no fumadores y donde a menudo se ofrecen actuaciones de música en directo; y otro al inicio, junto a una barra de bar, con permiso para fumar y, desde luego, más silencioso. Es fácil imaginar qué espacio prefiero, pero no se trata sólo del tabaco. El espacio para fumadores es tranquilo, ideal para una cena lenta y conversada. Además, el local acompaña a la confidencia, con sus paredes oscuras y su ambiente acogedor.
Hace un par de años no era un restaurante barato (tampoco de los más caros), pero supongo que los tiempos de crisis han hecho mella en la clientela, y el Tornassol ha intentado adaptarse a ellos bajando precios y simplificando algo los platos. Sin embargo, esto no significa que se coma peor. Aunque más sencilla, su carta, que nunca ha sido muy larga pero sí suficiente, continúa ofreciendo buenos productos, cocinados con esmero, y mantiene una calidad que destaca entre la mayoría de restaurantes de la zona. Las croquetas, el sashimi de atún, el tempura de verduras... son algunos de los platos que recuerdo con gusto, aunque hay más, desde luego, capaces de completar una buena cena.
Con un precio entre los 25 y los 35 euros por persona (el vino influye, claro), el Tornassol es una buena opción para cenar con algunos amigos o en pareja, sobre todo si se quiere disfrutar de una velada tranquila y sin sobresaltos gastronómicos. Y eso es más de lo que se puede decir de muchos otros restaurantes del barrio.
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viernes, 6 de noviembre de 2009
Le Quattro Stagioni, alta cocina italiana
Le Quattro Stagioni
c/ Doctor Roux, 37
08017 Barcelona
Tel. 34 93-205.22.79
Creo que descubrí este restaurante, hace años, en una comida de empresa; una situación peligrosa para la memoria gastronómica. Pero la empresa era (es) pequeña, y todos los que estábamos sentados a la mesa nos considerábamos amigos. El ambiente relajado permitió que saboreáramos con tranquilidad y buen humor los platos que nos fueron presentando, y gracias a ello guardé un buen recuerdo del lugar. Desde entonces he regresado en varias ocasiones y nunca me ha decepcionado.
Le Quattro Stagioni está en una de las zonas más pijas de uno de los barrios más pijos de Barcelona, Sarrià. Ocupa una pequeña torre, y ha conservado ese aire íntimo y luminoso de lo que un día debieron de ser salones, salas y habitaciones. También tiene un jardincito, ideal para cenar en verano. Es el lugar perfecto para una cena romántica, aunque yo casi siempre he ido allí para comer en fin de semana.
A pesar de su nombre, las pizzas no son las protagonistas de Le Quattro Stagioni. Pero hace honor a su denominación gracias a los cambios estacionales de la carta, en la que los productos de temporada típicos de Catalunya se combinan con recetas de alta cocina italiana de gran creatividad. El resultado son un buen puñado de platos exquisitos que varían de una estación a otra sin solución de continuidad.
Esa variedad hace casi imposible destacar una especialidad u otra. Ensaladas, pastas, risottos, carpaccios, carne e incluso pescado, todo está elaborado con productos de primera calidad y con un amor por la cocina que se transmite al plato del comensal. La carta es generosa y hace que planees volver pronto para probar lo que en esa ocasión te has perdido. Ahora, en otoño, es una magnífica oportunidad para ir a comer allí, ya que muchos de los platos que ofrecen incluyen setas en su elaboración, y resultan riquísimos.
La carta de vinos es muy correcta, pero los postres suelen estar algo descompensados, no porque no sean buenos, que lo son, sino por la reiteración de sus ingredientes. Por ejemplo, la última vez que fuimos a comer allí, la mitad de ellos estaban elaborados con chocolate, y la otra mitad, con fruta. El café, por supuesto, es excelente, y tienen una gran variedad de grappas para los que les guste acabar la comida con un buen digestivo.
El servicio es atento y muy profesional, hay zona de fumadores y conviene reservar mesa con antelación. El precio por persona ronda los 50 euros. Sí, es de esos restaurantes que mis hermanas consideran prohibitivos, pero vale la pena.
c/ Doctor Roux, 37
08017 Barcelona
Tel. 34 93-205.22.79
Creo que descubrí este restaurante, hace años, en una comida de empresa; una situación peligrosa para la memoria gastronómica. Pero la empresa era (es) pequeña, y todos los que estábamos sentados a la mesa nos considerábamos amigos. El ambiente relajado permitió que saboreáramos con tranquilidad y buen humor los platos que nos fueron presentando, y gracias a ello guardé un buen recuerdo del lugar. Desde entonces he regresado en varias ocasiones y nunca me ha decepcionado.
Le Quattro Stagioni está en una de las zonas más pijas de uno de los barrios más pijos de Barcelona, Sarrià. Ocupa una pequeña torre, y ha conservado ese aire íntimo y luminoso de lo que un día debieron de ser salones, salas y habitaciones. También tiene un jardincito, ideal para cenar en verano. Es el lugar perfecto para una cena romántica, aunque yo casi siempre he ido allí para comer en fin de semana.
A pesar de su nombre, las pizzas no son las protagonistas de Le Quattro Stagioni. Pero hace honor a su denominación gracias a los cambios estacionales de la carta, en la que los productos de temporada típicos de Catalunya se combinan con recetas de alta cocina italiana de gran creatividad. El resultado son un buen puñado de platos exquisitos que varían de una estación a otra sin solución de continuidad.
Esa variedad hace casi imposible destacar una especialidad u otra. Ensaladas, pastas, risottos, carpaccios, carne e incluso pescado, todo está elaborado con productos de primera calidad y con un amor por la cocina que se transmite al plato del comensal. La carta es generosa y hace que planees volver pronto para probar lo que en esa ocasión te has perdido. Ahora, en otoño, es una magnífica oportunidad para ir a comer allí, ya que muchos de los platos que ofrecen incluyen setas en su elaboración, y resultan riquísimos.
La carta de vinos es muy correcta, pero los postres suelen estar algo descompensados, no porque no sean buenos, que lo son, sino por la reiteración de sus ingredientes. Por ejemplo, la última vez que fuimos a comer allí, la mitad de ellos estaban elaborados con chocolate, y la otra mitad, con fruta. El café, por supuesto, es excelente, y tienen una gran variedad de grappas para los que les guste acabar la comida con un buen digestivo.
El servicio es atento y muy profesional, hay zona de fumadores y conviene reservar mesa con antelación. El precio por persona ronda los 50 euros. Sí, es de esos restaurantes que mis hermanas consideran prohibitivos, pero vale la pena.
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domingo, 1 de noviembre de 2009
El Furacu, un pedazo de Asturias en Barcelona
Sidrería el Furacu
c/ Girona, 52
08009 Barcelona
Tel. 34 93-265.17.83
Dicen algunos asturianos afincados en Barcelona que El Furacu es el mejor restaurante de su tierra en la capital catalana. No lo sé, pero sí puedo asegurar que se come muy bien y que el ambiente es relajado e incluso divertido.
El Furacu es un restaurante pequeño, que casi siempre está lleno a rebosar (conviene, pues, pedir mesa con antelación). No presume de decoración ni de comodidades, pero sí de platos típicos asturianos cocinados con buen tino, y de un ambiente familiar en el que los dueños hacen partícipes a los comensales de su buen humor y amabilidad. El padre, un señor mayor, sirve la sidra en la barra con una maestría sorprendente para los no iniciados, y, mientras lo hace, puede arrancase a cantar con buena voz ante toda la concurrencia. Sí, es un poco ruidoso, pero divertido. Obviamente, no es buen lugar para una cena romántica, pero sí para una excelente comida. Las mesas son algo estrechas, pero como no utilizan platos modernos de diámetro imposible, todo cabe en ellas sin demasiada dificultad.
¡Y todavía se puede fumar! Integristas de la "vida sana", absteneros. En el Furaco no sólo encontraréis humo (cada vez menos, eso es verdad), sino también un catálogo de platos contundentes y deliciosos, de esos que destrozan cualquier dieta. Aunque se pueden comer unos espárragos de primero y una merluza a la sidra de segundo (excelente, por cierto), sería un pecado marcharse de allí sin probar el chorizo a la sidra, los pimientos con gambas al ajillo, las fabes con almejas o con rabo, la fideuá con almejas, el rape rebozado... Platos, casi todos, para comer con cuchara y mojar el pan tierno y de miga densa que ofrecen cortado en rebanadas. También cocinan bien el bacalao, aunque como a mí no me gusta, no lo he probado. Y para el que quiera comer con sidra, disponen de unos artilugios que se colocan en las botellas y la escancian casi como se haría a mano.
La carta de postres también dispone de especialidades asturianas, además de buen queso de la zona. El precio por persona ronda los 30 euros, aunque puede ser más en función del vino que se pida. Para los que lo encuentren caro, que piensen que, si se trata de una comida, la generosidad de las raciones puden ahorrarle a uno la cena.
c/ Girona, 52
08009 Barcelona
Tel. 34 93-265.17.83
Dicen algunos asturianos afincados en Barcelona que El Furacu es el mejor restaurante de su tierra en la capital catalana. No lo sé, pero sí puedo asegurar que se come muy bien y que el ambiente es relajado e incluso divertido.
El Furacu es un restaurante pequeño, que casi siempre está lleno a rebosar (conviene, pues, pedir mesa con antelación). No presume de decoración ni de comodidades, pero sí de platos típicos asturianos cocinados con buen tino, y de un ambiente familiar en el que los dueños hacen partícipes a los comensales de su buen humor y amabilidad. El padre, un señor mayor, sirve la sidra en la barra con una maestría sorprendente para los no iniciados, y, mientras lo hace, puede arrancase a cantar con buena voz ante toda la concurrencia. Sí, es un poco ruidoso, pero divertido. Obviamente, no es buen lugar para una cena romántica, pero sí para una excelente comida. Las mesas son algo estrechas, pero como no utilizan platos modernos de diámetro imposible, todo cabe en ellas sin demasiada dificultad.
¡Y todavía se puede fumar! Integristas de la "vida sana", absteneros. En el Furaco no sólo encontraréis humo (cada vez menos, eso es verdad), sino también un catálogo de platos contundentes y deliciosos, de esos que destrozan cualquier dieta. Aunque se pueden comer unos espárragos de primero y una merluza a la sidra de segundo (excelente, por cierto), sería un pecado marcharse de allí sin probar el chorizo a la sidra, los pimientos con gambas al ajillo, las fabes con almejas o con rabo, la fideuá con almejas, el rape rebozado... Platos, casi todos, para comer con cuchara y mojar el pan tierno y de miga densa que ofrecen cortado en rebanadas. También cocinan bien el bacalao, aunque como a mí no me gusta, no lo he probado. Y para el que quiera comer con sidra, disponen de unos artilugios que se colocan en las botellas y la escancian casi como se haría a mano.
La carta de postres también dispone de especialidades asturianas, además de buen queso de la zona. El precio por persona ronda los 30 euros, aunque puede ser más en función del vino que se pida. Para los que lo encuentren caro, que piensen que, si se trata de una comida, la generosidad de las raciones puden ahorrarle a uno la cena.
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jueves, 15 de octubre de 2009
Casa Juanita, el mejor pescado
Casa Juanita
c/ Pi i Ralló, 7
17255 Begur
Tel. 34 972-62.20.13
Aaayyy... Hacía un montón de días que no añadía ningún nuevo restaurante a este blog. Una lesión muy molesta pero nada grave me impedía escribir en el ordenador. Y ahora que vuelvo estar en forma, voy y elijo un restaurante del que no sé si debería hablar. No porque no se lo merezca, si no porque aún no está masificado, no se ha convertido en una de esas referencias de las que todos hablan, especialmente los que se mueren por estar a la última en la moda gastronómica. Por fortuna, este blog registra pocas lecturas, de modo que puedo confiar en que este restaurante, uno de mis preferidos, continuará siendo, al menos durante un tiempo, un diamante desconocido.
¡Ah! Pero no hay que dejarse engañar por lo que acabo de decir. Aunque no esté masificado, es pequeño, y conviene pedir mesa con antelación. Además, suele cerrar en los meses de menos turismo (no en vano Begur es una población de la costa Brava) y es mejor asegurarse de que está abierto.
Casa Juanita (o Restaurante Juanita, como pone en su tarjeta) lleva el nombre de su creadora, una mujer muy amable y atenta a pesar de su seriedad, y con una mano excelente para preparar el pescado. Pero ahora ya se ha retirado y su hijo ha tomado el relevo, con resultados, en cuanto al pescado, tan acertados como cuando estaba su madre al frente de la cocina.
De eso se trata, pues. De pescado. Hace años era casi todo lo que ofrecía, además de unas ensaladas aliñadas de manera soberbia. Hoy, las ensaladas continúan siendo buenas aunque han perdido un poco de ese toque tan especial, y la carta tiene más variedad: pescado, carne y entrantes diversos. Pero yo sólo voy a hablar del pescado, que es lo único que pedimos cuando vamos allí. El secreto está en la materia prima y en un tipo de cocción tan sencillo como extraordinario en sus efectos.
Una vez sentados a la mesa, te muestran en una bandeja el tipo de pescado del que disponen ese día, capturado esa misma noche o el día anterior como mucho, fresquísimo, y siempre de la zona de la costa Brava, de modo que la mayoría es pescado de roca (dorada salvaje, escórpora –rascassa la llaman ellos–, y otras especies típicas), excelente y muy gustoso. Tras la elección de los comensales, el hijo de Juanita coloca el pescado en una bandeja realizada con papel de plata, le añade tomate, cebolla, patatas cortadas en tacos, aceite... y lo mete todo en un horno de leña. Bueno, sí, es sencillo de hacer, pero acertar en el punto justo de cocción para que el pescado no quede demasiado hecho ni astilloso y las patatas adquieran una leve textura crujiente, tampoco es ninguna tontería. Es, de verdad, el mejor pescado que he probado en ningún sitio.
La carta de vinos es corta pero suficiente. Como nunca pedimos postres, no sé qué tal son. El café es bueno. Y el local, del que ya he dicho que era pequeño, tiene su encanto. Pocas mesas, algo bajas, con sillas pequeñas y bancos corridos, todo en estilo bastante rústico pero nada hortera ni cutre. No es comodísimo (antes era peor, porque en lugar de sillas había taburetes bajos), pero el ambiente agradable y familiar (no penséis en una casa rural, que no va por ahí, es más una cuestión de proximidad) y la excelente comida consiguen que te sientas muy a gusto durante todo el rato.
En cuanto al precio total de la comida, es difícil dar uno aproximado. Como el del pescado es según mercado, en función de lo que pidas te puedes gastar más o menos. Si se duda o el presupuesto con el que se cuenta es ajustado, vale la pena preguntar antes de decidirse por un tipo u otro de pescado, aunque en la carta figuran precios orientativos. No hay que cortarse, que son muy amables y tienen todo tipo de comensales (también los pijos de la zona, claro, qué se le va a hacer). En todo caso, es posible que ronde los 40 euros por persona, pero también puede ser menos, o más.
Casa Juanita es, en resumen, una maravilla que ningún amante del pescado debería perderse.
c/ Pi i Ralló, 7
17255 Begur
Tel. 34 972-62.20.13
Aaayyy... Hacía un montón de días que no añadía ningún nuevo restaurante a este blog. Una lesión muy molesta pero nada grave me impedía escribir en el ordenador. Y ahora que vuelvo estar en forma, voy y elijo un restaurante del que no sé si debería hablar. No porque no se lo merezca, si no porque aún no está masificado, no se ha convertido en una de esas referencias de las que todos hablan, especialmente los que se mueren por estar a la última en la moda gastronómica. Por fortuna, este blog registra pocas lecturas, de modo que puedo confiar en que este restaurante, uno de mis preferidos, continuará siendo, al menos durante un tiempo, un diamante desconocido.
¡Ah! Pero no hay que dejarse engañar por lo que acabo de decir. Aunque no esté masificado, es pequeño, y conviene pedir mesa con antelación. Además, suele cerrar en los meses de menos turismo (no en vano Begur es una población de la costa Brava) y es mejor asegurarse de que está abierto.
Casa Juanita (o Restaurante Juanita, como pone en su tarjeta) lleva el nombre de su creadora, una mujer muy amable y atenta a pesar de su seriedad, y con una mano excelente para preparar el pescado. Pero ahora ya se ha retirado y su hijo ha tomado el relevo, con resultados, en cuanto al pescado, tan acertados como cuando estaba su madre al frente de la cocina.
De eso se trata, pues. De pescado. Hace años era casi todo lo que ofrecía, además de unas ensaladas aliñadas de manera soberbia. Hoy, las ensaladas continúan siendo buenas aunque han perdido un poco de ese toque tan especial, y la carta tiene más variedad: pescado, carne y entrantes diversos. Pero yo sólo voy a hablar del pescado, que es lo único que pedimos cuando vamos allí. El secreto está en la materia prima y en un tipo de cocción tan sencillo como extraordinario en sus efectos.
Una vez sentados a la mesa, te muestran en una bandeja el tipo de pescado del que disponen ese día, capturado esa misma noche o el día anterior como mucho, fresquísimo, y siempre de la zona de la costa Brava, de modo que la mayoría es pescado de roca (dorada salvaje, escórpora –rascassa la llaman ellos–, y otras especies típicas), excelente y muy gustoso. Tras la elección de los comensales, el hijo de Juanita coloca el pescado en una bandeja realizada con papel de plata, le añade tomate, cebolla, patatas cortadas en tacos, aceite... y lo mete todo en un horno de leña. Bueno, sí, es sencillo de hacer, pero acertar en el punto justo de cocción para que el pescado no quede demasiado hecho ni astilloso y las patatas adquieran una leve textura crujiente, tampoco es ninguna tontería. Es, de verdad, el mejor pescado que he probado en ningún sitio.
La carta de vinos es corta pero suficiente. Como nunca pedimos postres, no sé qué tal son. El café es bueno. Y el local, del que ya he dicho que era pequeño, tiene su encanto. Pocas mesas, algo bajas, con sillas pequeñas y bancos corridos, todo en estilo bastante rústico pero nada hortera ni cutre. No es comodísimo (antes era peor, porque en lugar de sillas había taburetes bajos), pero el ambiente agradable y familiar (no penséis en una casa rural, que no va por ahí, es más una cuestión de proximidad) y la excelente comida consiguen que te sientas muy a gusto durante todo el rato.
En cuanto al precio total de la comida, es difícil dar uno aproximado. Como el del pescado es según mercado, en función de lo que pidas te puedes gastar más o menos. Si se duda o el presupuesto con el que se cuenta es ajustado, vale la pena preguntar antes de decidirse por un tipo u otro de pescado, aunque en la carta figuran precios orientativos. No hay que cortarse, que son muy amables y tienen todo tipo de comensales (también los pijos de la zona, claro, qué se le va a hacer). En todo caso, es posible que ronde los 40 euros por persona, pero también puede ser menos, o más.
Casa Juanita es, en resumen, una maravilla que ningún amante del pescado debería perderse.
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viernes, 28 de agosto de 2009
El Sala de Berga, una lástima
Restaurant Sala
Passeig de la Pau, 27
08600 Berga
Tel. 34 93-821.11.85
El restaurante Sala de Berga tiene, en general, buena fama, especialmente por sus platos confeccionados a base de setas, y eso a pesar de ser bastante caro, en ocasiones por encima de lo que sería una buena relación calidad-precio. Decidimos reservar mesa un día laborable del mes de agosto. Al llegar, vimos en la puerta que ofrecían, además de los platos de la carta, un menú diario de 22 euros más IVA. Pero, una vez sentados a la mesa, sólo nos ofrecieron las cartas y ni rastro del menú. Fue preguntar por él y cambiar completamente la actitud de la persona que nos atendía, que empezó a hacerlo de manera displicente y un poco despectiva. Así que nuestra indignación nos llevó a dejar a un lado la carta (a la que no habíamos decidido renunciar de entrada ni mucho menos) y pedir sólo los platos del menú.
A continuación, la persona encargada de atendernos nos preguntó si queríamos agua y vino (incluidos en el menú), sin advertirnos de que el vino que nos iba a servir era rosado. Una lástima para ellos (y para nosotros, claro), ya que, de haberlo sabido, hubiéramos pedido la carta de vinos para elegir uno diferente, a sabiendas de que había que pagarlo de manera extra.
La comida estaba muy buena; en este sentido, el restaurante cumple con la fama que le precede. Pero justo cuando todos, excepto uno de nosotros, habíamos acabado con el segundo plato, la persona que nos atendía comenzó a retirar no sólo los platos vacíos, si no también el pan y todo aquello que se suele retirar cuando se va a dar paso a los postres. Una falta de educación muy evidente que los responsables de un restaurante de este tipo conocen de sobra. La sensación que tuvimos fue que deseaban que nos marchásemos lo antes posible.
Los postres, excelentes; el café, horrible.
El resultado de todo ello es que han perdido a unos potenciales buenos clientes (vamos a Berga a menudo y nos gusta comer bien) y que, si a alguien le da por leer esto, no creo que le apetezca mucho aparecer por allí. La verdad es que no vale la pena comer en restaurantes en los que te valoran por la cantidad de dinero que ellos creen, prejuiciosamente, que estás dispuesto a gastarte.
Passeig de la Pau, 27
08600 Berga
Tel. 34 93-821.11.85
El restaurante Sala de Berga tiene, en general, buena fama, especialmente por sus platos confeccionados a base de setas, y eso a pesar de ser bastante caro, en ocasiones por encima de lo que sería una buena relación calidad-precio. Decidimos reservar mesa un día laborable del mes de agosto. Al llegar, vimos en la puerta que ofrecían, además de los platos de la carta, un menú diario de 22 euros más IVA. Pero, una vez sentados a la mesa, sólo nos ofrecieron las cartas y ni rastro del menú. Fue preguntar por él y cambiar completamente la actitud de la persona que nos atendía, que empezó a hacerlo de manera displicente y un poco despectiva. Así que nuestra indignación nos llevó a dejar a un lado la carta (a la que no habíamos decidido renunciar de entrada ni mucho menos) y pedir sólo los platos del menú.
A continuación, la persona encargada de atendernos nos preguntó si queríamos agua y vino (incluidos en el menú), sin advertirnos de que el vino que nos iba a servir era rosado. Una lástima para ellos (y para nosotros, claro), ya que, de haberlo sabido, hubiéramos pedido la carta de vinos para elegir uno diferente, a sabiendas de que había que pagarlo de manera extra.
La comida estaba muy buena; en este sentido, el restaurante cumple con la fama que le precede. Pero justo cuando todos, excepto uno de nosotros, habíamos acabado con el segundo plato, la persona que nos atendía comenzó a retirar no sólo los platos vacíos, si no también el pan y todo aquello que se suele retirar cuando se va a dar paso a los postres. Una falta de educación muy evidente que los responsables de un restaurante de este tipo conocen de sobra. La sensación que tuvimos fue que deseaban que nos marchásemos lo antes posible.
Los postres, excelentes; el café, horrible.
El resultado de todo ello es que han perdido a unos potenciales buenos clientes (vamos a Berga a menudo y nos gusta comer bien) y que, si a alguien le da por leer esto, no creo que le apetezca mucho aparecer por allí. La verdad es que no vale la pena comer en restaurantes en los que te valoran por la cantidad de dinero que ellos creen, prejuiciosamente, que estás dispuesto a gastarte.
martes, 28 de julio de 2009
Paco Meralgo, tapas adictivas
Paco Meralgo
c/ Muntaner, 171 (chaflán Còrsega)
08036 Barcelona
Tel. 34 93-430.90.27
Como "alta taberna" se publicita este restaurante que pertenece al grupo de los restaurantes L'Olivé, Vinya-Roel, Barceloneta y Tuset, y que se encuentra, precisamente, donde antes estaba el primero de ellos. Otro día hablaré de L'Olivé, que es el que conozco mejor. Pero hoy toca Paco Meralgo porque sus tapas crean auténtica adicción en quien las prueba.
El local está decorado de forma minimalista, con madera clara, bastante acogedora. Mesas altas con taburetes también altos, y barras a lo largo de las paredes y en la parte central. Una buena distribución que no agobia y que, además, permite mantener una zona para fumadores, ya que el restaurante está dividido en dos, de forma casi simétrica, con una parte de cocina y la zona de las barras centrales como línea de separación.
Lo primero que llama la atención al entrar es el bullicio de los camareros. Se dan indicaciones entre ellos de una punta a otra del restaurante, anuncian en voz bastante alta algunos platos recién cocinados (luego explico cuáles), agradecen a coro las propinas y, sobre todo, establecen relaciones bastante divertidas con los clientes: les hacen bromas simpáticas, charlan con ellos cuando les conocen un poco... Bueno, hay días en que están más callados que otros, pero cuando tienen el día movido pueden resultar realmente graciosos y nunca les he oído ningún comentario ofensivo.
Aunque tienen todo tipo de comensales, predomina la clientela fiel y también de cierto nivel adquisitivo. Hay bastante bronceado de yate calzado con náuticos, y parejas de cierta edad típicas del Eixample. Pero también comen allí algunas familias con niños, grupos de parejas jóvenes o de amigos, bastante normales todos. La clientela de la noche es diferente de la del mediodía, claro, y yo conozco sobre todo esta última. En todo caso, casi siempre está bastante lleno y es prudente reservar con cierta antelación si se quiere encontrar mesa y no esperar para comer en la barra.
La razón de esta variedad está en lo muy diferente que puede ser el precio de la comida según lo que se pida. Por supuesto, te puedes llegar a gastar mucho dinero si te dedicas a pedir tapas de su excelente marisco. Pero también puedes comer por un precio razonable (unos 35 euros por persona) si te decantas por algunos otros platos que no tienen nada que envidiar al marisco. Croquetas de jamón y pollo o de marisco, esqueixada de bacalao (excelente, como la que ofrecen en todos los restaurantes del grupo), boquerones fritos, montadito de steak tartar, ensaladilla rusa, virutas de alcachofa rebozadas y fritas y setas salteadas (en temporada), carpacio de atún, dados de solomillo a la pimienta o al ajillo... Y los postres, otro tanto: tienen unos pastelitos borrachos deliciosos, y también preparan torrijas (o tortas de santa Teresa como las llaman ellos). La verdad es que una vez que lo pruebas, no puedes dejar de volver.
Hay un detalle más. Los domingos, además de preparar paellas riquísimas por encargo para llevar a casa, van cocinando diferentes tipos de exquisitos arroces (de pescado, de carne, de verduras...) que ofrecen a los comensales en minirraciones a medida que los tienen listos, con un máximo de pedidos. Cuando ya se han atribuido a los clientes todas las tapas de que da de sí un determinado arroz, se cierra el ofrecimiento y a esperar el siguiente. Una idea excelente para comer un poco de arroz y que siempre esté en su punto.
Lo dicho: crea adicción.
c/ Muntaner, 171 (chaflán Còrsega)
08036 Barcelona
Tel. 34 93-430.90.27
Como "alta taberna" se publicita este restaurante que pertenece al grupo de los restaurantes L'Olivé, Vinya-Roel, Barceloneta y Tuset, y que se encuentra, precisamente, donde antes estaba el primero de ellos. Otro día hablaré de L'Olivé, que es el que conozco mejor. Pero hoy toca Paco Meralgo porque sus tapas crean auténtica adicción en quien las prueba.
El local está decorado de forma minimalista, con madera clara, bastante acogedora. Mesas altas con taburetes también altos, y barras a lo largo de las paredes y en la parte central. Una buena distribución que no agobia y que, además, permite mantener una zona para fumadores, ya que el restaurante está dividido en dos, de forma casi simétrica, con una parte de cocina y la zona de las barras centrales como línea de separación.
Lo primero que llama la atención al entrar es el bullicio de los camareros. Se dan indicaciones entre ellos de una punta a otra del restaurante, anuncian en voz bastante alta algunos platos recién cocinados (luego explico cuáles), agradecen a coro las propinas y, sobre todo, establecen relaciones bastante divertidas con los clientes: les hacen bromas simpáticas, charlan con ellos cuando les conocen un poco... Bueno, hay días en que están más callados que otros, pero cuando tienen el día movido pueden resultar realmente graciosos y nunca les he oído ningún comentario ofensivo.
Aunque tienen todo tipo de comensales, predomina la clientela fiel y también de cierto nivel adquisitivo. Hay bastante bronceado de yate calzado con náuticos, y parejas de cierta edad típicas del Eixample. Pero también comen allí algunas familias con niños, grupos de parejas jóvenes o de amigos, bastante normales todos. La clientela de la noche es diferente de la del mediodía, claro, y yo conozco sobre todo esta última. En todo caso, casi siempre está bastante lleno y es prudente reservar con cierta antelación si se quiere encontrar mesa y no esperar para comer en la barra.
La razón de esta variedad está en lo muy diferente que puede ser el precio de la comida según lo que se pida. Por supuesto, te puedes llegar a gastar mucho dinero si te dedicas a pedir tapas de su excelente marisco. Pero también puedes comer por un precio razonable (unos 35 euros por persona) si te decantas por algunos otros platos que no tienen nada que envidiar al marisco. Croquetas de jamón y pollo o de marisco, esqueixada de bacalao (excelente, como la que ofrecen en todos los restaurantes del grupo), boquerones fritos, montadito de steak tartar, ensaladilla rusa, virutas de alcachofa rebozadas y fritas y setas salteadas (en temporada), carpacio de atún, dados de solomillo a la pimienta o al ajillo... Y los postres, otro tanto: tienen unos pastelitos borrachos deliciosos, y también preparan torrijas (o tortas de santa Teresa como las llaman ellos). La verdad es que una vez que lo pruebas, no puedes dejar de volver.
Hay un detalle más. Los domingos, además de preparar paellas riquísimas por encargo para llevar a casa, van cocinando diferentes tipos de exquisitos arroces (de pescado, de carne, de verduras...) que ofrecen a los comensales en minirraciones a medida que los tienen listos, con un máximo de pedidos. Cuando ya se han atribuido a los clientes todas las tapas de que da de sí un determinado arroz, se cierra el ofrecimiento y a esperar el siguiente. Una idea excelente para comer un poco de arroz y que siempre esté en su punto.
Lo dicho: crea adicción.
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domingo, 21 de junio de 2009
Ugarit, buena comida siria
Ugarit
Varios locales en Barcelona:
Gràcia, Born i Vila Olímpica
(Ver direcciones al final de la entrada)
Tras oír los comentarios sarcásticos de mis hermanas respecto al tipo de restaurante del que hablo en este blog (todos ellos alrededor de los 50 euros por persona), me he decidido a escribir sobre uno con el que espero que se queden contentas. Así, de paso, demuestro que por debajo de los 50 euros también hay vida, y de la buena.
Si no me equivoco, hay siete restaurantes Ugarit en Barcelona. Por lo que sé, no se trata de una franquicia, si no de una cadena ligada a un propietario principal, un hombre sirio que ha sabido traer a la capital catalana algunas de las delicias de la comida de su país y hacerlo con éxito. De los siete locales, cinco están en el barrio de Gràcia, uno está en el Born y el séptimo se encuentra en el interior del centro comercial "La Vila", en la Vila Olímpica.
No son restaurantes sofisticados, ni pretenden nada más allá de lo que ofrecen: buena comida siria a buen precio. Decorados todos ellos en tonos burdeos, con cierta austeridad que huye de barroquismos orientales, pero sin perder de vista una mínima confortabilidad para los clientes, todos ellos tienen también el mismo tipo de carta: platos individuales y combinados que acercan al comensal las recetas principales de la comida siria. También ofrecen servicio de comida para llevar.
La verdad es que hace muchos años que frecuento restaurantes sirios y libaneses, que ofrecen platos muy similares, y tengo que reconocer que la comida de los Ugarit es de las mejores, con la ventaja añadida de que no organizan espectáculos de bailarinas ni cosas similares que me ponen siempre los pelos de punta (no por nada, si no porque me gusta comer con tranquilidad y sin demasiado ruido ambiental).
Sabrosas ensaladas, cremas típicas como el hommos o el labné, platos vegetales como el falafel, arayés de queso o de carne, shawarma, cuscús... toda una variedad de recetas que trasladan a Barcelona la comida del extremo oriental del Mediterráneo. Incluida esa respostería dulcísima que a mí no me gusta nada pero que tiene muchos adeptos, y hasta siete variedades de tés. Eso es lo que se puede encontrar en los Ugarit. Además, cuidan bien los ingredientes y la preparación, que no es nada grasienta.
El servicio siempre es muy amable y atiende a la clientela con esa hospitalidad típica de los países de cultura árabe.
No son restaurantes para comer lentamente y hacer sobremesa. Se podría, pero no es esa la dinámica. La espera al principio y entre plato y plato es mínima, por lo que entras y sales (bien comido) en media hora o tres cuartos. Por eso son una muy buena opción para comer tarde los fines de semana e ir al cine después en primera sesión.
El precio medio de una comida completa: alrededor de 20 euros por persona. A ver, niñas: ¿dejaréis ya de pensar que sólo escribo sobre restaurantes pijos?
(Nota: a petición de mis hermanas, a las que parece que por fin les ha gustado una entrada del blog y que son una vagas, incluyo las direcciones de los restaurantes Ugarit.)
Ugarit Gràcia
c/ Bruniquer, 33-35
08024 Barcelona
Tel. 34 93-285.56.94
Ugarit Bruniquer
c/ Bruniquer, 37
08024 Barcelona
Tel. 34 93-284.12.14
Ugarit Plaça Joanic
c/ Bruniquer, 69
08024 Barcelona
Tel. 34 93-285.67.06
Ugarit Amrit
c/ Verdi, 18
08012 Barcelona
Tel. 34 93-217.65.50
Ugarit Verdi
c/ Verdi, 11
08012 Barcelona
Tel. 34 93-217.86.22
Ugarit Vila Olímpica
Av. Icària, 168
Centre comercial de "La Vila"
Tel. 34 93-221.23.28
Ugarit Born
c/ Comerç, 29
08003 Barcelona
Tel. 34 93-310.08.73
Recomendaciones: el Ugarit del Born no lo conozco; el del centro comercial de "La Vila" es recomendable sólo si se va de compras allí o al cine, porque resulta un poco claustrofóbico al estar en el interior; de los de la calle Bruniquer, el mejor, para mí, es el que está enfrente de la plaça Joanic (el de Bruniquer, 69), aunque el de Bruniquer 33-35 tampoco está mal; y de los de la calle Verdi, el mejor es el Amrit, por amplitud de espacio.
Varios locales en Barcelona:
Gràcia, Born i Vila Olímpica
(Ver direcciones al final de la entrada)
Tras oír los comentarios sarcásticos de mis hermanas respecto al tipo de restaurante del que hablo en este blog (todos ellos alrededor de los 50 euros por persona), me he decidido a escribir sobre uno con el que espero que se queden contentas. Así, de paso, demuestro que por debajo de los 50 euros también hay vida, y de la buena.
Si no me equivoco, hay siete restaurantes Ugarit en Barcelona. Por lo que sé, no se trata de una franquicia, si no de una cadena ligada a un propietario principal, un hombre sirio que ha sabido traer a la capital catalana algunas de las delicias de la comida de su país y hacerlo con éxito. De los siete locales, cinco están en el barrio de Gràcia, uno está en el Born y el séptimo se encuentra en el interior del centro comercial "La Vila", en la Vila Olímpica.
No son restaurantes sofisticados, ni pretenden nada más allá de lo que ofrecen: buena comida siria a buen precio. Decorados todos ellos en tonos burdeos, con cierta austeridad que huye de barroquismos orientales, pero sin perder de vista una mínima confortabilidad para los clientes, todos ellos tienen también el mismo tipo de carta: platos individuales y combinados que acercan al comensal las recetas principales de la comida siria. También ofrecen servicio de comida para llevar.
La verdad es que hace muchos años que frecuento restaurantes sirios y libaneses, que ofrecen platos muy similares, y tengo que reconocer que la comida de los Ugarit es de las mejores, con la ventaja añadida de que no organizan espectáculos de bailarinas ni cosas similares que me ponen siempre los pelos de punta (no por nada, si no porque me gusta comer con tranquilidad y sin demasiado ruido ambiental).
Sabrosas ensaladas, cremas típicas como el hommos o el labné, platos vegetales como el falafel, arayés de queso o de carne, shawarma, cuscús... toda una variedad de recetas que trasladan a Barcelona la comida del extremo oriental del Mediterráneo. Incluida esa respostería dulcísima que a mí no me gusta nada pero que tiene muchos adeptos, y hasta siete variedades de tés. Eso es lo que se puede encontrar en los Ugarit. Además, cuidan bien los ingredientes y la preparación, que no es nada grasienta.
El servicio siempre es muy amable y atiende a la clientela con esa hospitalidad típica de los países de cultura árabe.
No son restaurantes para comer lentamente y hacer sobremesa. Se podría, pero no es esa la dinámica. La espera al principio y entre plato y plato es mínima, por lo que entras y sales (bien comido) en media hora o tres cuartos. Por eso son una muy buena opción para comer tarde los fines de semana e ir al cine después en primera sesión.
El precio medio de una comida completa: alrededor de 20 euros por persona. A ver, niñas: ¿dejaréis ya de pensar que sólo escribo sobre restaurantes pijos?
(Nota: a petición de mis hermanas, a las que parece que por fin les ha gustado una entrada del blog y que son una vagas, incluyo las direcciones de los restaurantes Ugarit.)
Ugarit Gràcia
c/ Bruniquer, 33-35
08024 Barcelona
Tel. 34 93-285.56.94
Ugarit Bruniquer
c/ Bruniquer, 37
08024 Barcelona
Tel. 34 93-284.12.14
Ugarit Plaça Joanic
c/ Bruniquer, 69
08024 Barcelona
Tel. 34 93-285.67.06
Ugarit Amrit
c/ Verdi, 18
08012 Barcelona
Tel. 34 93-217.65.50
Ugarit Verdi
c/ Verdi, 11
08012 Barcelona
Tel. 34 93-217.86.22
Ugarit Vila Olímpica
Av. Icària, 168
Centre comercial de "La Vila"
Tel. 34 93-221.23.28
Ugarit Born
c/ Comerç, 29
08003 Barcelona
Tel. 34 93-310.08.73
Recomendaciones: el Ugarit del Born no lo conozco; el del centro comercial de "La Vila" es recomendable sólo si se va de compras allí o al cine, porque resulta un poco claustrofóbico al estar en el interior; de los de la calle Bruniquer, el mejor, para mí, es el que está enfrente de la plaça Joanic (el de Bruniquer, 69), aunque el de Bruniquer 33-35 tampoco está mal; y de los de la calle Verdi, el mejor es el Amrit, por amplitud de espacio.
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lunes, 15 de junio de 2009
El Racó del Cargol, una perla de l'Hospitalet
El Racó del Cargol
c/ Dr. Martí Julià, 54
08903 L'Hospitalet de Llobregat
Tel. 34 93-449.77.18
La Masia del Rocxi
Passeig Sant Antoni, 17
08014 Barcelona
Tel. 34 93-490.41.15
El Racó del Cargol es uno de los tres restaurantes que posee la familia Guilera Galimany, junto con La Masia del Rocxi de Barcelona (en Sants, muy cerca de los cines Balañá) y el Rocxi en Sant Joan Despí. Yo sólo he estado en los dos primeros, pero supongo que el Rocxi de Sant Joan Despí sigue la misma tónica: restaurante de ambiente familiar pero muy profesional, buen cuidado de la materia prima y excelentes platos. De todos modos, y a pesar de que La Masia del Rocxi no tiene nada que envidiar al Racó del Cargol, me quedo con este último. No puedo dar una razón objetiva de mi elección, ni siquiera defenderla. Sencillamente, me gusta más. Puede que sea tan sólo una cuestión de ambiente.
Para los "cobardicas" de Barcelona que no se atreven a entrar en l'Hospitalet porque las calles son muy liadas: el restaurante está muy cerca del Mercat de Collblanc y es muy fácil de encontrar. Y si ni aun así se ven capaces, en La Masia del Rocxi pueden encontrar el mismo tipo de comida. Sea como fuere, ambos restaurantes están muy solicitados, por lo que es aconsejable reservar mesa antes de ir.
La carta es extensa y está repleta de propuestas apetitosas, hasta el punto de que es difícil decidirse. De modo que la mejor opción es repetir visita y probar nuevas cosas cada vez. Ofrecen platos de temporada (como las setas en otoño, por supuesto), pero tienen también varios clásicos que no hay que menospreciar.
Por lo que he observado, muchos comensales acuden por la fama de sus arroces y pescados. Nosotros nos decantamos más por la carne, sobre todo por el filete a la sal (cortado como si fuese un carpaccio, pero tibio y mucho más meloso), pero hay un montón de opciones más: los boquerones fritos y marinados con vinagre y miel, las habitas con chipirones y setas, el pulpo al carbón... Y, por encima de todos ellos, los sensacionales caracoles, hechos en una cazuela de hierro y con una picada riquísima.
Una comida completa para dos, con postre y bebida, ronda los 100 euros. Y tienen zona de fumadores.
c/ Dr. Martí Julià, 54
08903 L'Hospitalet de Llobregat
Tel. 34 93-449.77.18
La Masia del Rocxi
Passeig Sant Antoni, 17
08014 Barcelona
Tel. 34 93-490.41.15
El Racó del Cargol es uno de los tres restaurantes que posee la familia Guilera Galimany, junto con La Masia del Rocxi de Barcelona (en Sants, muy cerca de los cines Balañá) y el Rocxi en Sant Joan Despí. Yo sólo he estado en los dos primeros, pero supongo que el Rocxi de Sant Joan Despí sigue la misma tónica: restaurante de ambiente familiar pero muy profesional, buen cuidado de la materia prima y excelentes platos. De todos modos, y a pesar de que La Masia del Rocxi no tiene nada que envidiar al Racó del Cargol, me quedo con este último. No puedo dar una razón objetiva de mi elección, ni siquiera defenderla. Sencillamente, me gusta más. Puede que sea tan sólo una cuestión de ambiente.
Para los "cobardicas" de Barcelona que no se atreven a entrar en l'Hospitalet porque las calles son muy liadas: el restaurante está muy cerca del Mercat de Collblanc y es muy fácil de encontrar. Y si ni aun así se ven capaces, en La Masia del Rocxi pueden encontrar el mismo tipo de comida. Sea como fuere, ambos restaurantes están muy solicitados, por lo que es aconsejable reservar mesa antes de ir.
La carta es extensa y está repleta de propuestas apetitosas, hasta el punto de que es difícil decidirse. De modo que la mejor opción es repetir visita y probar nuevas cosas cada vez. Ofrecen platos de temporada (como las setas en otoño, por supuesto), pero tienen también varios clásicos que no hay que menospreciar.
Por lo que he observado, muchos comensales acuden por la fama de sus arroces y pescados. Nosotros nos decantamos más por la carne, sobre todo por el filete a la sal (cortado como si fuese un carpaccio, pero tibio y mucho más meloso), pero hay un montón de opciones más: los boquerones fritos y marinados con vinagre y miel, las habitas con chipirones y setas, el pulpo al carbón... Y, por encima de todos ellos, los sensacionales caracoles, hechos en una cazuela de hierro y con una picada riquísima.
Una comida completa para dos, con postre y bebida, ronda los 100 euros. Y tienen zona de fumadores.
Loidi, menús de alta cocina
Loidi
c/ Mallorca, 248
08008 Barcelona
Tel. 34 93-492.92.92
El Loidi es el "hermano pequeño" del Lasarte, el restaurante que Martín Berasategui abrió en Barcelona hace algo más de tres años y que se encuentra en el hotel Condes de Barcelona. Dirigido también por el cocinero vasco y situado justo enfrente de su "hermano mayor", en la calle Mallorca, entre el Passeig de Gràcia y la Rambla de Catalunya, es una forma económica de acercarse a la alta cocina vasca. Además, a diferencia del Lasarte, que está cerrado los fines de semana, el Loidi no sólo abre los sábados, sino también los domingos a mediodía.
El local tiene una pequeña zona para fumadores que se agradece, aunque la decoración y el mobiliario, cuidados pero algo fríos, no inviten demasiado a las sobremesas largas. En todo caso, el servicio es muy atento y eficiente, y resulta una buena opción para comer bien antes de, por ejemplo, ir al cine en primera sesión de tarde.
Y, ¿cómo consigue que se pueda disfrutar de la excelente cocina de Berasategui a buen precio? Pues con una carta un poco particular, que sólo dispone de dos menús (sin platos adicionales). El primer menú cuesta 37 euros por persona y consta de cuatro platos: entrante, pescado, carne y postre, con dos o tres opciones a elegir para cada uno de ellos. El segundo, a un precio de 45 euros, es una especie de minimenú de degustación, con cuatro platos más postre, pero en este caso no hay elección posible excepto para el postre.
La oferta es muy restringida, sí, pero está muy bien pensada y es de suficiente calidad como para que el comensal pueda disfrutar de ella sin mayores problemas. No es difícil encontrar, sobre todo en el menú de 37 euros, cuatro buenas opciones. Los postres, por supuesto, son deliciosos.
Una advertencia: en el precio de ambos menús no están incluidas ni las bebidas ni los cafés, por lo que, al final, una comida completa para dos personas se acaba acercando mucho a los 100 euros.
c/ Mallorca, 248
08008 Barcelona
Tel. 34 93-492.92.92
El Loidi es el "hermano pequeño" del Lasarte, el restaurante que Martín Berasategui abrió en Barcelona hace algo más de tres años y que se encuentra en el hotel Condes de Barcelona. Dirigido también por el cocinero vasco y situado justo enfrente de su "hermano mayor", en la calle Mallorca, entre el Passeig de Gràcia y la Rambla de Catalunya, es una forma económica de acercarse a la alta cocina vasca. Además, a diferencia del Lasarte, que está cerrado los fines de semana, el Loidi no sólo abre los sábados, sino también los domingos a mediodía.
El local tiene una pequeña zona para fumadores que se agradece, aunque la decoración y el mobiliario, cuidados pero algo fríos, no inviten demasiado a las sobremesas largas. En todo caso, el servicio es muy atento y eficiente, y resulta una buena opción para comer bien antes de, por ejemplo, ir al cine en primera sesión de tarde.
Y, ¿cómo consigue que se pueda disfrutar de la excelente cocina de Berasategui a buen precio? Pues con una carta un poco particular, que sólo dispone de dos menús (sin platos adicionales). El primer menú cuesta 37 euros por persona y consta de cuatro platos: entrante, pescado, carne y postre, con dos o tres opciones a elegir para cada uno de ellos. El segundo, a un precio de 45 euros, es una especie de minimenú de degustación, con cuatro platos más postre, pero en este caso no hay elección posible excepto para el postre.
La oferta es muy restringida, sí, pero está muy bien pensada y es de suficiente calidad como para que el comensal pueda disfrutar de ella sin mayores problemas. No es difícil encontrar, sobre todo en el menú de 37 euros, cuatro buenas opciones. Los postres, por supuesto, son deliciosos.
Una advertencia: en el precio de ambos menús no están incluidas ni las bebidas ni los cafés, por lo que, al final, una comida completa para dos personas se acaba acercando mucho a los 100 euros.
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martes, 2 de junio de 2009
Miramar, una de las estrellas de l'Empordà
Miramar
Passeig Marítim, 7
17490 Llançà
Tel. 34 972-38.01.32
Aunque sólo he estado una vez en este restaurante de la Costa Brava empordanesa, vale la pena hacer un breve comentario sobre él.
Situado en el passeig Marítim de Llançà, a pie de playa, y con unas magníficas vistas sobre el puerto y la bahía, el local se encuentra en los bajos de un edificio que aloja, también, al hotel Miramar. Sorprendentemente, el hotel es de sólo una estrella, mientras que el restaurante cuenta con una de las muy buscadas estrellas Michelin. Bueno, puede que mi sorpresa se deba tan sólo a un prejuicio, pero para mí resulta un poco chocante.
En todo caso, y a pesar de todos los peros que puedan ponérsele a la forma de valoración que tiene la "temible" guía Michelin, la estrella otorgada al restaurante está, en este caso, totalmente justificada, o al menos eso me pareció a mí en mi primera, y hasta el momento única, visita al Miramar.
El espacio es muy agradable, decorado en blancos que crean un ambiente limpio y contrastado con el azul del mar que tiene justo enfrente. El servicio, aunque no es muy numeroso, es muy atento y profesional. De todos modos, hay una pega. Es de esos restaurantes en los que tú no te sirves el vino, sino que, después de colocarlo alejado de la mesa, te lo sirven ellos. Esto, que supongo que se hace como una atención hacia el comensal, puede llegar a convertirse en una desatención si la persona que se ocupa de ir llenando las copas no está muy atenta. Nunca me ha parecido ésta una buena opción para servir el vino. Prefiero disponer de él cuando me apetezca, y no me parece mejor un restaurante por el hecho de llevar a cabo esta práctica.
Siguiendo con los vinos, vale la pena hablar un poco de la carta. Es muy historiada, impresa en forma de libro de gran formato. Muy bonita, pero muy poco práctica. Contiene mucha información sobre cada tipo de vino y sobre cada denominación de origen; tanta información que resulta imposible leerla durante el proceso de elección, con lo que lo único que acaba consiguiendo es que te resulte bastante difícil encontrar el vino deseado. Aun así, disponen de vinos remarcables.
En cuanto a la comida, los platos que escogimos resultaron excelentes. Un tartar de atún y unos boquerones fritos como entrantes, y un arroz de segundo. Los aperitivos del inicio, los postres y los petit fours estaban también deliciosos. La verdad es que, aunque la carta no es muy extensa, hay tantos platos con aspecto apetecible que resulta difícil dedicirse. Quizá por eso ofrecen también dos menús variados: uno de degustación y otro de temporada.
Una comida completa para dos, regada con un buen vino, nos costó unos 180 euros. No es barato, pero vale la pena probarlo, aunque sea para una ocasión especial.
Passeig Marítim, 7
17490 Llançà
Tel. 34 972-38.01.32
Aunque sólo he estado una vez en este restaurante de la Costa Brava empordanesa, vale la pena hacer un breve comentario sobre él.
Situado en el passeig Marítim de Llançà, a pie de playa, y con unas magníficas vistas sobre el puerto y la bahía, el local se encuentra en los bajos de un edificio que aloja, también, al hotel Miramar. Sorprendentemente, el hotel es de sólo una estrella, mientras que el restaurante cuenta con una de las muy buscadas estrellas Michelin. Bueno, puede que mi sorpresa se deba tan sólo a un prejuicio, pero para mí resulta un poco chocante.
En todo caso, y a pesar de todos los peros que puedan ponérsele a la forma de valoración que tiene la "temible" guía Michelin, la estrella otorgada al restaurante está, en este caso, totalmente justificada, o al menos eso me pareció a mí en mi primera, y hasta el momento única, visita al Miramar.
El espacio es muy agradable, decorado en blancos que crean un ambiente limpio y contrastado con el azul del mar que tiene justo enfrente. El servicio, aunque no es muy numeroso, es muy atento y profesional. De todos modos, hay una pega. Es de esos restaurantes en los que tú no te sirves el vino, sino que, después de colocarlo alejado de la mesa, te lo sirven ellos. Esto, que supongo que se hace como una atención hacia el comensal, puede llegar a convertirse en una desatención si la persona que se ocupa de ir llenando las copas no está muy atenta. Nunca me ha parecido ésta una buena opción para servir el vino. Prefiero disponer de él cuando me apetezca, y no me parece mejor un restaurante por el hecho de llevar a cabo esta práctica.
Siguiendo con los vinos, vale la pena hablar un poco de la carta. Es muy historiada, impresa en forma de libro de gran formato. Muy bonita, pero muy poco práctica. Contiene mucha información sobre cada tipo de vino y sobre cada denominación de origen; tanta información que resulta imposible leerla durante el proceso de elección, con lo que lo único que acaba consiguiendo es que te resulte bastante difícil encontrar el vino deseado. Aun así, disponen de vinos remarcables.
En cuanto a la comida, los platos que escogimos resultaron excelentes. Un tartar de atún y unos boquerones fritos como entrantes, y un arroz de segundo. Los aperitivos del inicio, los postres y los petit fours estaban también deliciosos. La verdad es que, aunque la carta no es muy extensa, hay tantos platos con aspecto apetecible que resulta difícil dedicirse. Quizá por eso ofrecen también dos menús variados: uno de degustación y otro de temporada.
Una comida completa para dos, regada con un buen vino, nos costó unos 180 euros. No es barato, pero vale la pena probarlo, aunque sea para una ocasión especial.
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La Clara, un recurso seguro
La Clara
Gran Via de les Corts Catalanes, 442
o8015 Barcelona
Tel. 34 93-289.34.60
Situado cerca de la plaça d'Espanya, el restaurante La Clara es un buen recurso para acertar siempre si no sabes a dónde ir (abre todos los días), si invitas a alguien a comer o a cenar (sus precios son razonables) o si, sencillamente, te apetece comer bien.
El local es agradable, de dos plantas, y en la inferior tiene un espacio reservado para fumadores. Por cierto, vale la pena fijarse en la gran fotografía que se encuentra en el primer rellano de las escaleras que conducen al piso inferior. De una forma muy original, disponiendo determinados productos alimenticios en platos, reproduce el skyline de la ciudad de Barcelona. Es divertido reconocer algunos de los edificios emblemáticos de la ciudad en un manojo de espárragos, dos botellas de vino, una remolacha...
La carta es extensa. Cocina catalana y de mercado. Y tiene algunos platos memorables, como las albóndigas de sepia (de, no con). También son destacables el steak tartar, el pajar con huevo de payés y gambas al ajillo, los pescados, las habitas salteadas... Y los canalones pueden ser una buena elección. Preparan productos de temporada que vale la pena probar (múrgulas –colmenillas– y pimientos de Gernika en primavera, todo tipo de setas en otoño, etc.). En resumen, es fácil encontrar varios platos con los que disfrutar de una buena comida.
En cuanto al servicio, en general son todos muy amables, aunque algunos camareros mantienen algunos tics machistas un poco molestos, como dejar la carta de vinos y la de whiskys al miembro masculino de la pareja, o servir el café con hielo al miembro femenino aunque lo haya pedido él y no ella. Curiosamente, o quizá no, este tipo de comportamiento es más usual en los camareros de aquí que en los inmigrados. Estos últimos son más prudentes y preguntan antes.
Una comida para dos, completa, con postres incluidos y vino, ronda los 100 euros. Sin vino, puede ser algo más barata.
Gran Via de les Corts Catalanes, 442
o8015 Barcelona
Tel. 34 93-289.34.60
Situado cerca de la plaça d'Espanya, el restaurante La Clara es un buen recurso para acertar siempre si no sabes a dónde ir (abre todos los días), si invitas a alguien a comer o a cenar (sus precios son razonables) o si, sencillamente, te apetece comer bien.
El local es agradable, de dos plantas, y en la inferior tiene un espacio reservado para fumadores. Por cierto, vale la pena fijarse en la gran fotografía que se encuentra en el primer rellano de las escaleras que conducen al piso inferior. De una forma muy original, disponiendo determinados productos alimenticios en platos, reproduce el skyline de la ciudad de Barcelona. Es divertido reconocer algunos de los edificios emblemáticos de la ciudad en un manojo de espárragos, dos botellas de vino, una remolacha...
La carta es extensa. Cocina catalana y de mercado. Y tiene algunos platos memorables, como las albóndigas de sepia (de, no con). También son destacables el steak tartar, el pajar con huevo de payés y gambas al ajillo, los pescados, las habitas salteadas... Y los canalones pueden ser una buena elección. Preparan productos de temporada que vale la pena probar (múrgulas –colmenillas– y pimientos de Gernika en primavera, todo tipo de setas en otoño, etc.). En resumen, es fácil encontrar varios platos con los que disfrutar de una buena comida.
En cuanto al servicio, en general son todos muy amables, aunque algunos camareros mantienen algunos tics machistas un poco molestos, como dejar la carta de vinos y la de whiskys al miembro masculino de la pareja, o servir el café con hielo al miembro femenino aunque lo haya pedido él y no ella. Curiosamente, o quizá no, este tipo de comportamiento es más usual en los camareros de aquí que en los inmigrados. Estos últimos son más prudentes y preguntan antes.
Una comida para dos, completa, con postres incluidos y vino, ronda los 100 euros. Sin vino, puede ser algo más barata.
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martes, 19 de mayo de 2009
L'Encís, para comer bien y tranquilo
L'Encís
c/ Provença, 379
08025 Barcelona
Tel. 34 93-457.68.74
L'Encís está muy cerca de la Sagrada Família de Barcelona pero, por suerte, parece inmune a las oleadas de turistas que recorren las calles colindantes en busca de algo que llevarse a la boca después de visitar la "mona de pascua" de Gaudí. Gracias a ello, es un restaurante tranquilo, en el que tanto la comida como la sobremesa (se puede fumar) pueden disfrutarse sin prisas y en un ambiente bastante relajado.
No hay que dejarse impresionar por la decoración
Quizá, lo más sorprendente para las personas que entran por primera vez en el local es su decoración. Las paredes pintadas con una especie de estucado veneciano de color azul celeste, los remates de madera en color crema, y un enorme espejo que evita la sensación de estrechez que podría provocar el reducido espacio que ocupa el restaurante pero que, al mismo tiempo, amplifica la estética kitsch que he descrito, pueden desanimar a cualquiera. No hay que dejarse impresionar. A los cinco minutos de estar sentado ya te has olvidado de lo que te rodea y tan sólo esperas a que te traigan alguno de los suculentos platos que ofrece la carta, mientras picas unas aceitunas. Y, al final, como se come tan bien, le acabas tomando cariño incluso a la decoración.
El local, como ya he dicho, es pequeño, pero está bien distribuido y no resulta nada agobiante. Además, el camarero, muy profesional, es un auténtico encanto, servicial, muy educado y atento.
Cocina catalana y de mercado
Así lo publicitan ellos. Y así es, en realidad. La carta tiene platos para todos los gustos. Es muy difícil no encontrar algo que te apetezca. Y, si no te lo dicen antes, conviene preguntar siempre si tienen algo fuera de carta, porque suelen ofrecer algunos platos de temporada realmente exquisitos.
Las raciones son generosas, de modo que es mejor no comer con los ojos (o los oídos). A mí me ha pasado alguna vez y da mucha rabia no poder llegar a los postres –tartas y pasteles caseros buenísimos– porque ya no puedes más.
Platos que recuerdo haber comido y disfrutado: chanquete con huevo frito, espalda de cordero al horno, atún o filete a la plancha –ya sé que es poco sofisticado, pero los hacen muy en su punto, cruditos–, rabo de buey guisado y relleno de escalivada... Por supuesto, en otoño tienen setas.
El precio de una comida para dos suele rondar los 100 euros.
Actualización a 25 de abril de 2010
Me han dicho que la carta de l'Encís ha cambiado bastante. Ha reducido precios y, claro está, oferta gastronómica. Además, ahora tiene un menú diario más económico (unos 18 euros). A pesar de todo, parece que se continúa comiendo bien y, por lo tanto, sigue siendo una buena opción. En cuanto lo pruebe, informo.
c/ Provença, 379
08025 Barcelona
Tel. 34 93-457.68.74
L'Encís está muy cerca de la Sagrada Família de Barcelona pero, por suerte, parece inmune a las oleadas de turistas que recorren las calles colindantes en busca de algo que llevarse a la boca después de visitar la "mona de pascua" de Gaudí. Gracias a ello, es un restaurante tranquilo, en el que tanto la comida como la sobremesa (se puede fumar) pueden disfrutarse sin prisas y en un ambiente bastante relajado.
No hay que dejarse impresionar por la decoración
Quizá, lo más sorprendente para las personas que entran por primera vez en el local es su decoración. Las paredes pintadas con una especie de estucado veneciano de color azul celeste, los remates de madera en color crema, y un enorme espejo que evita la sensación de estrechez que podría provocar el reducido espacio que ocupa el restaurante pero que, al mismo tiempo, amplifica la estética kitsch que he descrito, pueden desanimar a cualquiera. No hay que dejarse impresionar. A los cinco minutos de estar sentado ya te has olvidado de lo que te rodea y tan sólo esperas a que te traigan alguno de los suculentos platos que ofrece la carta, mientras picas unas aceitunas. Y, al final, como se come tan bien, le acabas tomando cariño incluso a la decoración.
El local, como ya he dicho, es pequeño, pero está bien distribuido y no resulta nada agobiante. Además, el camarero, muy profesional, es un auténtico encanto, servicial, muy educado y atento.
Cocina catalana y de mercado
Así lo publicitan ellos. Y así es, en realidad. La carta tiene platos para todos los gustos. Es muy difícil no encontrar algo que te apetezca. Y, si no te lo dicen antes, conviene preguntar siempre si tienen algo fuera de carta, porque suelen ofrecer algunos platos de temporada realmente exquisitos.
Las raciones son generosas, de modo que es mejor no comer con los ojos (o los oídos). A mí me ha pasado alguna vez y da mucha rabia no poder llegar a los postres –tartas y pasteles caseros buenísimos– porque ya no puedes más.
Platos que recuerdo haber comido y disfrutado: chanquete con huevo frito, espalda de cordero al horno, atún o filete a la plancha –ya sé que es poco sofisticado, pero los hacen muy en su punto, cruditos–, rabo de buey guisado y relleno de escalivada... Por supuesto, en otoño tienen setas.
El precio de una comida para dos suele rondar los 100 euros.
Actualización a 25 de abril de 2010
Me han dicho que la carta de l'Encís ha cambiado bastante. Ha reducido precios y, claro está, oferta gastronómica. Además, ahora tiene un menú diario más económico (unos 18 euros). A pesar de todo, parece que se continúa comiendo bien y, por lo tanto, sigue siendo una buena opción. En cuanto lo pruebe, informo.
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jueves, 14 de mayo de 2009
Casa Uriarte, un clásico
Actualización a 27 de enero de 2012
Hace un par de semanas pasé por delante de este restaurante y lo encontré cerrado. Hacía tiempo que no íbamos y me sorprendió. Los ventanales y la puerta de cristal estaban tapados con papel de embalar, las placas con el horario y otras menciones que había en las jambas de la puerta habían desaparecido, y una mirada curiosa a través de un resquicio en una de las ventanas descubrió que el local estaba vacío y la cocina desmontada. No sé si han cerrado definitivamente o si sólo son obras de reforma. Sea como fuere, y por si se trata de la primera opción, mantengo igualmente mi comentario sobre el restaurante a modo de homenaje y recuerdo hacia una gente estupenda.
Casa Uriarte
Gran Via de les Corts Catalanes, 633
08010 Barcelona
Tel. 34 93-412.63.58
Este es uno de mis restaurantes favoritos. Un clásico de nuestras salidas de fin de semana. Comida vasco-navarra, dicen ellos. Pero también tiene algo de castellana y, de vez en cuando, se apuntan a productos típicos de las comidas catalanas, como las setas en otoño. En todo caso, siempre que vamos allí, sé que comeré bien.
El local está situado en los bajos de un precioso edificio modernista del Eixample barcelonés, sorprendentemente muy austero, en la esquina con el carrer Roger de Llúria. La decoración interior es moderna pero sin pretensiones, con mucha madera y bastante acogedora, sobre todo el piso superior (¡para fumadores!), en la zona en la que las mesas se adosan a una pared/botellero. Pero, ojo, no es nada rústico, sino funcional.
Los dueños son encantadores y el servicio es muy profesional.
La comida, claro, es lo mejor de todo. La carta tiene dos partes diferenciadas: las sugerencias –que creo que modifican periódicamente–, y la lista de entrantes, segundos y postres, que es fija. A menudo tienen algunos platos fuera de carta, productos muy de temporada como los pimientos de Gernika, por ejemplo, por lo que vale la pena preguntar por ellos.
Mientras esperas, te sirven un pincho de chistorra y un trozo de morcilla (de Burgos, claro). Y entre los primeros o entrantes destacan los pimientos de Piquillo asados al sarmiento y con vestresca de atún (insuperables), las pochas, los tomates con anchoas... Todo delicioso.
Para los segundos tienen buen pescado, aunque nosotros siempre nos decantamos por la carne, sobre todo la asada al horno de leña: cochinillo y cordero de Burgos, especialmente. Nada grasientos, en su punto, como en los mejores restaurantes del norte de Castilla. Y es que, además, cocinan buen material. También tienen buena ternera, filete, aunque ese, para nosotros, es plato de régimen, para cuando no estamos muy finos.
Mi debilidad son los postres. Bueno, un postre: la leche frita. Para mí, la mejor de Barcelona. Con canela o flambeada con chinchón. Además, la famosísima Pastisseria Escribà confecciona –creo que siempre, aunque mi experiencia es más bien de fin de semana–, un pastel hecho especialmente para ellos.
No solemos beber vino, por lo menos yo, sino cerveza. Y una comida completa para dos suele estar entre los 100 y los 140 euros.
Lo dicho, un clásico sin pretensiones en el que da gusto comer.
Hace un par de semanas pasé por delante de este restaurante y lo encontré cerrado. Hacía tiempo que no íbamos y me sorprendió. Los ventanales y la puerta de cristal estaban tapados con papel de embalar, las placas con el horario y otras menciones que había en las jambas de la puerta habían desaparecido, y una mirada curiosa a través de un resquicio en una de las ventanas descubrió que el local estaba vacío y la cocina desmontada. No sé si han cerrado definitivamente o si sólo son obras de reforma. Sea como fuere, y por si se trata de la primera opción, mantengo igualmente mi comentario sobre el restaurante a modo de homenaje y recuerdo hacia una gente estupenda.
Casa Uriarte
Gran Via de les Corts Catalanes, 633
08010 Barcelona
Tel. 34 93-412.63.58
Este es uno de mis restaurantes favoritos. Un clásico de nuestras salidas de fin de semana. Comida vasco-navarra, dicen ellos. Pero también tiene algo de castellana y, de vez en cuando, se apuntan a productos típicos de las comidas catalanas, como las setas en otoño. En todo caso, siempre que vamos allí, sé que comeré bien.
El local está situado en los bajos de un precioso edificio modernista del Eixample barcelonés, sorprendentemente muy austero, en la esquina con el carrer Roger de Llúria. La decoración interior es moderna pero sin pretensiones, con mucha madera y bastante acogedora, sobre todo el piso superior (¡para fumadores!), en la zona en la que las mesas se adosan a una pared/botellero. Pero, ojo, no es nada rústico, sino funcional.
Los dueños son encantadores y el servicio es muy profesional.
La comida, claro, es lo mejor de todo. La carta tiene dos partes diferenciadas: las sugerencias –que creo que modifican periódicamente–, y la lista de entrantes, segundos y postres, que es fija. A menudo tienen algunos platos fuera de carta, productos muy de temporada como los pimientos de Gernika, por ejemplo, por lo que vale la pena preguntar por ellos.
Mientras esperas, te sirven un pincho de chistorra y un trozo de morcilla (de Burgos, claro). Y entre los primeros o entrantes destacan los pimientos de Piquillo asados al sarmiento y con vestresca de atún (insuperables), las pochas, los tomates con anchoas... Todo delicioso.
Para los segundos tienen buen pescado, aunque nosotros siempre nos decantamos por la carne, sobre todo la asada al horno de leña: cochinillo y cordero de Burgos, especialmente. Nada grasientos, en su punto, como en los mejores restaurantes del norte de Castilla. Y es que, además, cocinan buen material. También tienen buena ternera, filete, aunque ese, para nosotros, es plato de régimen, para cuando no estamos muy finos.
Mi debilidad son los postres. Bueno, un postre: la leche frita. Para mí, la mejor de Barcelona. Con canela o flambeada con chinchón. Además, la famosísima Pastisseria Escribà confecciona –creo que siempre, aunque mi experiencia es más bien de fin de semana–, un pastel hecho especialmente para ellos.
No solemos beber vino, por lo menos yo, sino cerveza. Y una comida completa para dos suele estar entre los 100 y los 140 euros.
Lo dicho, un clásico sin pretensiones en el que da gusto comer.
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lunes, 11 de mayo de 2009
Big Fish, un moderno del Born
Big Fish
c/ Comercial, 9
08003 Barcelona
Tel. 34 93-268.17.28
Situado en uno de los laterales del Mercat del Born, en una de las callecitas que hay entre el carrer Comerç y el passeig Picasso, este es un típico local del barrio barcelonés del Born, y no digo "típico" en el sentido de "tradicional", si no más bien todo lo contrario. Se trata de un restaurante que sigue a la perfección la tendencia progre-pija-moderna que hace años se ha instalado en uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Bueno, esto no tiene porquè ser ni bueno ni malo, siempre que no tengas aversión a ese estilo de vida y de estética.
El local
Lo primero que llama la atención es el logo del restaurante. Una preciosidad. En el exterior, está colocado en una especie de antigua placa portacarteles de un banco, partida por la mitad. Eso fue, precisamente, lo que me llamó la atención mientras paseábamos por la zona buscando un restaurante en el que comer. Un buen reclamo, al menos para mí.
Una vez dentro, la decoración hace honor al logo. Las paredes blancas contrastan con el suelo negro, pero, a pesar de lo que podría parecer, no resulta nada frío. Supongo que el local debió de haber sido una antigua tienda o almacén, y gran parte de la estructura se ha conservado,, jugando on los espacios para crear un ambiente muy moderno pero también muy acogedor.
Es pequeño, eso es verdad. Pero está bien aprovechado y las mesas, pocas, no están demasiado juntas; aunque algunas se encuentran frente a dos sofás que no sé si son muy cómodos para comer, puesto que no me senté en ellos.
Presidiendo la parte central del techo, cuelga una gran lámpara blanca, muy retro y algo kitsch, que no desentona en absoluto con el resto y, en cambio, le da un toque bastante divertido.
El baño (el primero, al menos) es muy agradable y está muy bien decorado.
El servicio
Nada que decir en contra. Son amables y bastante rápidos.
Y, por fin, la comida
El restaurante, como se puede suponer por su nombre, sirve platos cuya base principal es el pescado. La carta es algo corta, aunque si te gusta el pescado, es fácil encontrar algo que te guste. Una parte entera de la misma está dedicada a sushis y sus variantes (makis y similares), pero también tienen platos más "occidentales", que fueron los que probamos nosotros. La verdad es que nos gustó mucho. Parece que cuidan los ingredientes, y la preparación, además de la presentación, está muy conseguida.
¿Qué comimos nosotros?
De primero pedimos tres entrantes: una ensalada ibicenca (tomate, queso y cebolla), que estaba muy bien aliñada; unas vieiras a la plancha, cruditas, como a mí me gustan; y un tartar de atún con aguacate, quizá con demasiado aguacate, pero muy correcto.
Después, los dos tomamos lo mismo: rape a la plancha. Buenísimo. Muy en su punto, con salsa romesco y de berenjena.
¿Postres? No pedimos. Aquí la carta sí que es demasiado corta y poco variada. Dejando a un lado la tabla de quesos, de los creo que 5 platos que quedaban, tres tenían como base el chocolate (a mí no me gusta nada), y dos, el arroz. Lástima, aunque tampoco los echamos de menos porque ya habíamos comido bastante.
Todo esto, más tres cervezas, nos costó algo menos de 100 euros.
En resumen, una buena elección.
c/ Comercial, 9
08003 Barcelona
Tel. 34 93-268.17.28
Situado en uno de los laterales del Mercat del Born, en una de las callecitas que hay entre el carrer Comerç y el passeig Picasso, este es un típico local del barrio barcelonés del Born, y no digo "típico" en el sentido de "tradicional", si no más bien todo lo contrario. Se trata de un restaurante que sigue a la perfección la tendencia progre-pija-moderna que hace años se ha instalado en uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Bueno, esto no tiene porquè ser ni bueno ni malo, siempre que no tengas aversión a ese estilo de vida y de estética.
El local
Lo primero que llama la atención es el logo del restaurante. Una preciosidad. En el exterior, está colocado en una especie de antigua placa portacarteles de un banco, partida por la mitad. Eso fue, precisamente, lo que me llamó la atención mientras paseábamos por la zona buscando un restaurante en el que comer. Un buen reclamo, al menos para mí.
Una vez dentro, la decoración hace honor al logo. Las paredes blancas contrastan con el suelo negro, pero, a pesar de lo que podría parecer, no resulta nada frío. Supongo que el local debió de haber sido una antigua tienda o almacén, y gran parte de la estructura se ha conservado,, jugando on los espacios para crear un ambiente muy moderno pero también muy acogedor.
Es pequeño, eso es verdad. Pero está bien aprovechado y las mesas, pocas, no están demasiado juntas; aunque algunas se encuentran frente a dos sofás que no sé si son muy cómodos para comer, puesto que no me senté en ellos.
Presidiendo la parte central del techo, cuelga una gran lámpara blanca, muy retro y algo kitsch, que no desentona en absoluto con el resto y, en cambio, le da un toque bastante divertido.
El baño (el primero, al menos) es muy agradable y está muy bien decorado.
El servicio
Nada que decir en contra. Son amables y bastante rápidos.
Y, por fin, la comida
El restaurante, como se puede suponer por su nombre, sirve platos cuya base principal es el pescado. La carta es algo corta, aunque si te gusta el pescado, es fácil encontrar algo que te guste. Una parte entera de la misma está dedicada a sushis y sus variantes (makis y similares), pero también tienen platos más "occidentales", que fueron los que probamos nosotros. La verdad es que nos gustó mucho. Parece que cuidan los ingredientes, y la preparación, además de la presentación, está muy conseguida.
¿Qué comimos nosotros?
De primero pedimos tres entrantes: una ensalada ibicenca (tomate, queso y cebolla), que estaba muy bien aliñada; unas vieiras a la plancha, cruditas, como a mí me gustan; y un tartar de atún con aguacate, quizá con demasiado aguacate, pero muy correcto.
Después, los dos tomamos lo mismo: rape a la plancha. Buenísimo. Muy en su punto, con salsa romesco y de berenjena.
¿Postres? No pedimos. Aquí la carta sí que es demasiado corta y poco variada. Dejando a un lado la tabla de quesos, de los creo que 5 platos que quedaban, tres tenían como base el chocolate (a mí no me gusta nada), y dos, el arroz. Lástima, aunque tampoco los echamos de menos porque ya habíamos comido bastante.
Todo esto, más tres cervezas, nos costó algo menos de 100 euros.
En resumen, una buena elección.
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